HUMANIDADES 17

La teoría de la mente: un atributo de la inteligencia social

Tany Giselle Fernández Guayana

Candidata a Magíster en Educación y Desarrollo Humano. Especialista en Desarrollo Personal y Familiar. Licenciada en Pedagogía Infantil. tany.fernandezg@gmail.com

 

 

¿Qué tanto influye la mente en las relaciones sociales?, de hecho, bastante, al igual que la emociones, el pensamiento tiene un lugar preponderante en las respuestas ante interacciones sociales. Es por eso que, desde la neurología, se brindan algunas luces sobre la importancia de la metacognición en la respuesta a ciertos eventos sociales. Cabe resaltar que, al igual que todos los enigmas humanos, no hay una verdad exclusiva que explique cómo funciona la mente, su potencial y sus repercusiones en el medio relacional, sin embargo, las aproximaciones científicas le atribuyen a la Teoría de la Mente (ToM) buena parte de del pensamiento social.

 

La neurociencia, hoy día, cubre vacíos conceptuales al combinar paradigmas en los planos cognitivo, emocional y social que posibilitan explicar los fenómenos de comportamiento social que tienen los individuos. La cognición social (CS) es entendida como la habilidad de construir representaciones de las relaciones entre uno y los otros, y de usar flexiblemente esas representaciones para guiar el comportamiento social (Adolph, 2001). Es así como el procesamiento cognitivo establecido, a partir de las interacciones sociales, permite la formación de intenciones y atribuciones en un determinado contexto (Wilde, Astington & Barriault, 2001).

 

Es así como la teoría de la mente (ToM) es una expresión científica, usada desde las neurociencias, la psicología y ciencias cognoscitivas para designar la capacidad de atribuir pensamientos e intenciones a otras personas. Los individuos entonces, tienen la capacidad de comprender y reflexionar respecto al estado mental de sí mismo y de los demás. Así el sujeto prevee el propio y ajeno comportamiento. Y con su desarrollo se pueden generar las propiedades mentales como el aprendizaje, la memoria y la toma de decisiones.

 

Los científicos, han declarado que este proceso se presenta en primates y en humanos (Adolphs, 2003) y remarca la idea de que las personas tienen un conocimiento metacognitivo complejo (pensamiento estratégico para utilizar y regular la propia actividad de aprendizaje y habituarse a reflexionar sobre el propio conocimiento) de su propia mente al igual que como el de la(s) mente(s) de otro(s). Aquí entran en juego entonces las capacidades afectivas, cognitivas (Baars & Gage, 2010), además de la distinción entre apariencia y realidad (Flavell & Green, 1983).

 

Por consiguiente, La ToM es una capacidad mentalista, es decir, que brinda la posibilidad de (Zegarra & Chino, 2017, p.190):

 

1. Percibir estados mentales en otros seres y reconocer los estados mentales propios como distintos a los de aquellos (diferenciación subjetiva).
2. Diferenciar unos estados mentales particulares de otros (con un contenido potencialmente distinto).
3. Atribuir estados mentales (a sujetos distintos y a uno mismo en momentos diferentes) utilizando los estados atribuidos para explicar y predecir la conducta.


 

Es por esa razón que distintos investigadores también la denominan como: lectura de mente, mentalización, y razonamiento con teoría de la mente (Araya, Chaigneau, Martínez Castillo, 2009; Bora, Eryavuz, Kayahan, Sungu, Vesnedarglu, 2006) o ‘cognición social’, ‘mentalización’, ‘psicología popular’, ‘psicología intuitiva’ o ‘conducta intencional’ (Tirapu, Pérez, Erekatxo, Pelegrín, 2007, p.479).

 

Ahora bien, la “teoría de la mente” tuvo sus orígenes desde la primatología y la etiología del autismo, se proponía que la causa de los trastornos generalizados del desarrollo era una ausencia de teoría de la mente. Pero luego tomó sus impulsos en el campo humanístico con los investigadores Premack y Woodruf (1978) a finales de los años ochenta, cuando intentaron demostrar que los chimpancés podían comprender la mente humana (Tirapu, Pérez, Erekatxo, Pelegrín, 2007):

 

“En el experimento de estos investigadores con un chimpancé de su laboratorio, o sea, en contacto habitual con humanos, le pasaron a éste un vídeo en el que se veía a alguno de sus cuidadores, encerrado en una jaula, intentando coger un plátano que, en un caso, estaba colgando por encima del techo de la jaula y, en otro, estaba en el suelo, pero siempre fuera del alcance de la persona enjaulada. La persona disponía de instrumentos para conseguir su objetivo: una banqueta para alzarse, un palo manipulable a través de los barrotes, etc. En el instante en que el humano iniciaba la acción instrumental directa que podía llevarle a su objetivo, los experimentadores fijaban la imagen y mostraban al chimpancé dos fotografías, una de ellas con la solución correcta (que, en el caso de los plátanos fuera de la jaula, mostraba la imagen del ser humano asiendo un palo largo y sacándolo entre las rejas para acceder a la fruta). El chimpancé Sarah acertó 21 veces sobre 24” (Tirapu, Pérez, Erekatxo & Pelegrín, 2007, p.479).

 

Después de varias sesiones experimentales, los investigadores afirmaron que el chimpancé es capaz de atribuir al actor humano estados mentales como la intención y el conocimiento. En concreto, argumentan que el chimpancé ‘supone’ que el actor humano ‘desea’ conseguir el plátano y ‘sabe’ cómo hacerlo:

 

“El chimpancé, concluyen, posee una ‘ToM’. Desde la etología se ha estudiado cómo los animales son capaces desconectar sus acciones en beneficio de la comunidad social o utilizar estrategias para engañar al enemigo. Cooperar y también competir con los congéneres requiere, en cierto modo, explorar, anticipar y manipular el comportamiento ajeno. Ello implica una habilidad cognitiva de acceso o reconocimiento del estado mental del otro” (Tirapu, Pérez, Erekatxo, & Pelegrín, 2007, p.480).

 

Por consiguiente, se constituye que la Teoría de la Mente es una capacidad de establecer soluciones a un problema novedoso llevando a cabo predicciones de las consecuencias a las que nos puede llevar cada una de las soluciones imaginadas. Es una habilidad para comprender y predecir la conducta de otras personas, sus conocimientos, sus intenciones y sus creencias, donde el sistema cognitivo logra conocer los contenidos de otro sistema cognitivo.

 

Y como todo sistema cognitivo, la mente, requiere se ciertas formas para lograr procesar y mandar información que posibilite una respuesta determinada. En el caso de la Teoría de la Mente, Tirapu, Pérez, Erekatxo y Pelegrín (2007) proponen las siguientes para la ToM:

 

Reconocimiento facial de emociones: facilidad para reconocer las emociones primarias (alegría, rabia, miedo, asco) y secundarias de los demás.

Falsas creencias de primer y segundo orden: Capacidad de diferenciar los propios conocimientos sobre el entorno de lo que otra persona cree acerca de este (Triglia, 2019). Es un test elaborado por Wimmer y Perner (1983) que funciona de la siguiente manera:

 

“Un niño “A” coloca un objeto en un baúl y luego sale de la habitación en la cual se encontraba. Mientras él se encuentra afuera de la habitación, otro niño “B” saca el objeto de donde lo dejó “A” y lo esconde en otro lugar. El contenido proposicional en esta historia sería la descripción verdadera respecto a la realidad: en este caso, que el objeto se encuentra en otro lugar diferente al usado en un principio por “A”. Por su parte, la actitud proposicional se referiría a la creencia del niño “A”, quien pensaría que el objeto aún se encuentra donde lo dejó; esto refleja una actitud de creencia hacia un contenido proposicional” (Uribe, Gómez & Arango, 2010, p.33).


 

Comunicaciones metafóricas e historias extrañas: ironía, mentira y mentira piadosa: capacidad de comunicar historias donde se atribuyan intenciones a los demás. Fue, en su momento, una evaluación elaborada por Happé (1994) creada para niños autistas.

Expresión emocional a través de la mirada: Capacidad de conocer el significado de un léxico emocional y sentimental basándose de en la expresión de los ojos para completar la expresión facial del acompañante a la mirada, así como identificar la emoción que genera esa expresión. Es un ejercicio elaborado por Baron-Cohen (2001) a través de fotografías.

 

Además de lo anterior, Wellman y Cross (2001 en Zegarra & Chino, p.192), estipulan unos elementos particulares que podrían caracterizar a las personas con Teoría de la Mente:

 

Existencia: el conocimiento metacognitivo implica que una persona sabe que los pensamientos y estados mentales existen y que ellos son diferentes de los actos externos.

La distinción de los procesos: se basa en el hecho de que todo individuo que posee un conocimiento reflexivo de su accionar mental, es capaz de identificar cada proceso mental y diferenciarlo de otros.

La integración: es la conciencia de que, si bien los procesos mentales internos son diferentes, están relacionados entre sí y se distinguen de otros procesos.

Conocimiento de las variables: donde la ejecución de nuestros procesos mentales estaría influenciada por el conocimiento de distintas variables que intervendrían en nuestra actividad, sus procedimientos y resultados.

Monitoreo cognitivo: se refiere a la capacidad que tienen los seres humanos de leer sus propios estados cognitivos y de monitorearlos mientras ocurren.

 

Una persona puede entender los acontecimientos vitales y el contexto de otra persona para inferir su estado mental, sin embargo, eso no equivale a inferir el estado emocional que esas circunstancias están provocando (Ruiz, García & Lahera 2011). Por esa razón que no la teoría de la mente no es lo mismo que ampatía o inteligencia emocional y social, o inteligencia cognitiva. El concepto de inteligencia emocional y social recoge, básicamente, los siguientes componentes (Bar-On, Tranel, Denburg, Bechara, 2003):

 

  1. La capacidad de ser conscientes y de expresar las emociones propias.
  2. La habilidad de ser conscientes de los sentimientos de los otros y de establecer relaciones interpersonales.
  3. La capacidad para regular los estados emocionales.
  4. La posibilidad de solventar los problemas de naturaleza personal e interpersonal que se nos planteen.
  5. La capacidad de interactuar con el entorno para generar emocionespositivas que nos sirvan como automotivadoras.
  6. la empatía afectiva genera una emoción similar a la que se atribuye a la otra persona, mientras que la ToM no genera esta conducta, sino únicamente el conocimiento de lo que el otro pudo haber hecho o puede hacer en el futuro.

 

De manera que, La ToM se constituye a partir de otros procesos como el análisis de la dirección de la mirada, el procesamiento de información no verbal (Butman & Allegri, 2001), la asignación de metas e intenciones y el animismo (Adolphs, 2003), y se desarrolla de manera paulatina desde la infancia (Wilde, Astington & Barriault, 2001).

 

 

En general, parece haber un acuerdo creciente en que la ToM no aparece de forma repentina. De acuerdo con Carpendale y Lewis (2006) y Sodian (2005), durante los 2 primeros años de vida emerge un importante nivel de desarrollo en comprensión de la mente. Por esta razón, numerosos estudios se han centrado en identificar qué tipo de habilidades socio-cognitivas tempranas podrían incidir o están implicadas en el posterior desarrollo de la comprensión de la mente infantil. Y es en esta etapa donde los niños desarrollan habilidades manteles tales como (Serrano, 2013)

 

Atención conjunta: donde a los niños pequeños y el adulto prestan atención al mismo referente simultáneamente (juguete, evento etc), es decir de forma conjunta. Además, el niño entiende que tanto él como el adulto están atendiendo de forma intencionada (Tomasello, 1995; Tomasello y Carpenter, 2007).

Comunicación intencional no verbal: En el marco de la atención conjunta, los niños empiezan a emplear gestos con una intencionalidad claramente comunicativa para dirigir la atención del adulto hacia un objeto o evento fuera de las entidades implicadas en las interacciones tríadicas (Carpenter et al., 1998; Morissette, Ricard y Decarie, 1995; Murphy y Messer, 1977; Scaife y Bruner, 1975).

Comprensión de las acciones como intencionales: es la habilidad para diferenciar las personas de los objetos inanimados, por consiguiente, diversos estudios han mostrado como los más pequeños reaccionan de manera diferente y esperan comportamientos distintos cuando están delante de personas que cuando están delante de objetos (Legerstee, 1991, 1992; Spelke, Philips, Woodward, 1995).

Referencia social: Paralelamente, los pequeños empiezan a comprender que el adulto de referencia atribuye a las personas, objetos y situaciones cualidades positivas o negativas y que estainformación se refleja en sus reacciones emocionales (Moses, Baldwin, Rosicky y Tidball, 2001). Este fenómeno se denomina referencia social y su comprensión se puede observar a partir de los 12 meses de edad (Campos y Stenberg, 1981; Feinman, 1982; Moses et al., 2001).

El juego simbólico o las actividades de simulación: Este mecanismo, en el juego simbólico, permite desacoplar la identidad real y la identidad ficticia y esta habilidad es equivalente a la habilidad necesaria para las tareas de creencia falsa.

Uso de términos mentales en los actos de habla espontáneos: En relación con la adquisición de este tipo de expresiones lingüísticas, a partir del segundo año de vida, los niños empiezan a emplear términos mentalistas en sus conversaciones. Inicialmente, el uso de este tipo de términos queda reflejado en oraciones del tipo yo pienso o ¿sabes qué? para iniciar conversaciones (Shatz, Wellman y Silber, 1983).

 

Como se puede ver en las características anteriores, al parecer, desde una edad muy temprana, la gran mayoría de los humanos son capaces de distinguir entre una acción y el objetivo al que está orientado esa acción. Además, a los pocos meses de vida todas las personas aprenden a tener en cuenta hacia dónde están centrando su atención los demás, y por lo tanto pueden reclamar esa atención para uno mismo o hacia algo que se encuentra cerca (Triglia, 2019, p.1).

 

El análisis de la cognición social, y de la ToM como su piedra angular, ha sido importante para la consolidación de dicho constructo dentro de la neurociencia, especialmente aquella de corte social. Pero el análisis de la teoría de la mente ha ido mucho más allá de explicar solo aspectos de interacción social, ya sean a nivel cognitivo o socioemocional. La Teoría de la Mente (ToM) es como un proceso de carácter metacognitivo y socioemocional que permite reconocer las intenciones, creencias y emociones de los otros, así como las propias, favoreciendo una efectiva interacción humana (Zarraga y Chino, 2017). De esta manera se intenta interpretar, explicar o comprender los comportamientos propios y de otros, así como predecirlos y controlarlos. Es así como en la ToM surge esta afirmación yo creo que tú crees que yo creo… (Triglia, 2019).

 

Referencias:

 

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