HUMANIDADES 19

Resistencia, fortaleza: la resiliencia

Tany Giselle Fernández Guayana

Candidata a Magíster en Educación y Desarrollo Humano. Especialista en Desarrollo Personal y Familiar. Licenciada en Pedagogía Infantil. tany.fernandezg@gmail.com

 

 

Introducción

En los últimos años, se ha visto la necesidad de fomentar en las personas el desarrollo de diferentes habilidades con el fin de afrontar las variables que trae consigo la sociedad moderna. Actualmente, las personas se ven sumergidas en situaciones como: pobreza, desigualdad, racismo, violencia y desplazamiento, que los hace vulnerables ante la vida. Se ha analizado en investigaciones como “International Resilience Project” en Washington (Puerta, 2002, p.30), el Estudio Longitudinal de Kauai en 1955 (p.13) y el Proyecto Poder Crecer en Latino América (p.30), que aquellas personas que están expuestas a situaciones adversas desarrollan consigo las destrezas suficientes para sobrellevar los problemas y los devenires de la existencia; a esas personas por lo tanto se les denomina “resilientes”. Sin embargo, dadas las circunstancias, no solo las personas que viven en condiciones de adversidad son quienes presentan problemas, todos, pero absolutamente todos los seres humanos sin importar su condición en algún momento de su vida se ven sumergidos ante alguna situación adversa. Por dicha razón, la adversidad puede serlo tanto estar en un medio de guerra, como sucede en las zonas rojas de Colombia, como la pérdida de un examen universitario; para algunas de las personas que viven cada una de estas situaciones, les es difícil aceptarla y sobre todo, afrontarla.

 

A causa de lo anterior, el desarrollo de habilidades resilientes ha cobrado hoy día un gran valor (López, 2010) en la educación, tanto, que se está buscando ampliar su campo de acción de manera transversal en el currículo. Cuando los niños aprenden las herramientas para afrontar su situación adversa particular tales como: el humor, las relaciones interpersonales, las relaciones intrapersonales, la creatividad, la introspección, la autoestima, la fe y la moralidad, Wolin y Wolin (Citado por Puerta, 2002) pueden sobrellevar con valor, positivismo y tranquilidad los demás por menores de la vida. Gracias a esa adaptación, los pequeños pueden seguir el curso de su existencia con éxito realizando sus actividades sin temor a quebrantarse. Si un niño tiene habilidades resilientes desde su infancia podrá tener una adultez equilibrada que permitirá promover una “sociedad más justa” (López, 2010) y feliz.

 

De igual forma, se ha destacado la importancia de los padres en el desarrollo de la resiliencia, pero aún más se ha visto la relevancia que tiene el docente como ejemplo, guía y apoyo para que los niños afronten la adversidad. Ahora, los niños comparten mucho más tiempo en las instituciones educativas que en sus propios hogares, generando así un cambio en el rol docente, de manera que los profesores se han convertido en ese modelo inmediato a seguir. Como consecuencia el profesor pasa de enseñante a educador y formador en un sentido más complementario. Pese a ello, se ha evidenciado que con solo el quehacer pedagógico cotidiano no es suficiente para fomentar el desarrollo de la resiliencia, hace falta que el mismo educador tenga esas habilidades resilientes en su vida: “se trata de una persona que también enfrenta miedos naturales” como lo menciona Viviana López (2010, p.15).

 

Antecedentes

Según Vanistendal (citado por Puerta, 2002), el concepto de resiliencia es tan antiguo como la humanidad misma porque enmarca la capacidad de supervivencia del ser humano a través de las etapas de la vida y la historia. “Viene del latín resilio que significa volver atrás”, “dar un salto, resaltar, rebotar, como las perlos de goma o cinta elástica” (Muñoz y De Pedro, 2005, p.6; Rutter citado por Schaelb, 2002, p.58), comenzó a trabajarse desde la rama de la ingeniería, específicamente en la mecánica, refiriéndose a la “característica que tienen ciertos materiales de recobrar su forma original con la que fueron moldeados después de haber sido sometidos a una presión deformadora” (p.12).

 

Al saber de ésta propiedad, los médicos adaptaron dicho término para fabricar aparatos (ortopédicos y dispositivos intrauterinos) que influyesen en la recuperación de la salud. En el campo de las ciencias humanas, el concepto fue adoptado por la doctora Emy Werner quien observó que los niños hawaianos de la isla Kauai, al crecer se convertían en adultos felices, adaptados y creativos pese a las problemáticas familiares adversas que vivieron en su infancia.

 

Después de analizar los resultados provocados por el trabajo de la resiliencia en los niños, varios investigadores se dedicaron a crear programas que promovieran las habilidades resilientes en zonas de conflicto y en niños que vivieran en situación de pobreza extrema, como sucedió con el programa Poder Crecer implementado en Latinoamérica. Fue entonces, desde ese marco, que la resiliencia tomó un rumbo práctico debido a que recobró relevancia las fortalezas, posibilidades y oportunidades que se desarrollan desde las debilidades y amenazas, para poder aprender y sobrevivir del esfuerzo permanente y convertirse en una persona sinérgica (completa) (Puerta, 2002).

 

Desde hace algunos años, se ha venido trabajando en la sociedad el tema de la resiliencia como un fenómeno que destaca las capacidades humanas frente a la adversidad. Tal término, ha sobresalido no solo por ayudar a resolver los problemas diversos que presentan las personas sino también por crear un ambiente de bienestar que favorece la calidad de vida.

 

Teniendo en cuenta lo anterior, se ah extrapolado el término a varios campos de la ciencia como la medicina, las sociales y la educación. En esta última, se ha manifestado que la escuela es uno de los principales agentes en concordancia con las demandas de la sociedad actual, pero, aún más lo ha evidenciado el rol del profesor. En diversos estudios se ha identificado que el docente promueve habilidades resilientes en sus estudiantes gracias a las actividades cotidianas que realiza, porque su ejemplo, actitudes y acciones transmitidas a través del currículo oculto permiten a los niños observar, analizar, interiorizar y aplicar dichos aprendizajes en sus propias vidas. Según el Estudio Longitudinal de Kauai en 1955 (citado por Puerta, 2002), se observó que los niños lograron sobreponerse a las múltiples coyunturas de pobreza, estrés perinatal, psicopatología parental y disfunciones familiares porque desde la escuela primaria hasta el bachillerato, encontraban un profesor favorito que se convirtió en un modelo positivo para ellos. Dentro de la misma investigación, se encontró que a esos niños les gustaba el estudio en cualquiera de sus niveles y convirtieron la escuela en un “hogar fuera del hogar”. Por lo tanto, parece que “el apoyo” es un factor protector poderoso en los niños provenientes de hogares conflictivos y de comunidades minoritarias, Weerner (citado por Puerta, 2002).

 

 

Definición

Hasta el momento no existe una definición avalada por el diccionario sobre el término de resiliencia, sin embargo en la literatura académica que trabaja el tema se observan varias coincidencias. Richardson (Citado por Henderson y Milsten, 2005, p.26) la describe como “el proceso de lidiar con acontecimientos vitales disociadores estresantes o amenazadores de un modo que proporcionan al individuo destrezas protectoras y defensivas adicionales a las previas a la disociación resultante del acontecimiento”. Por su parte, Higgins (citado por Henderson y Milsten, 2005, p.26) mencionar que “es el proceso de –autoencauzarse- y crecer”. Wolin y Wolin (citados por Henderson y Milsten, 2005, p.26) la definen como “la capacidad de sobreponerse de soportar las penas y de enmendarse uno mismo”. Así pues, el término de “resiliencia” se ha adaptado con el fin de describir fenómenos como invulnerabilidad, invencibilidad y resistencia porque reconoce el dolor, la lucha y el sufrimiento que implica superar una situación.

 

De modo similar, Masten y Coatsworth (citado por Villalba Quesada, 2003) entienden la resiliencia como “constructo dinámico que incluye una amplia clase de fenómenos implicados en las adaptaciones exitosas en el contexto de amenazas significativas para el desarrollo” (p.3). De ahí, se entiende que la resiliencia implica una respuesta tanto interna como externa debido a que la persona (factor interno) está siempre sumergida en una heterogeneidad de influencias ecológicas y sociales (factores externos) que influyen en la reacción ante determinadas situaciones.

 

Adicionalmente, Fraser, Richman y Galinsky (citado por Villalba Quesada, 2003) desde la disciplina del Trabajo Social, comentan que la resiliencia se caracteriza por: (a) sobreponerse a las dificultades y tener éxito a pesar de estar expuestos a situaciones de alto riesgo; (b) mantener la competencia bajo presión, es decir, adaptarse con éxito al alto riesgo; y (c) recuperarse de un trauma ajustándose de forma exitosa a los acontecimientos negativos de la vida. En una visión similar Masten (p.3) sostuvo que la resiliencia se refiere a: las personas de grupos de alto riesgo que han obtenido mejores resultados de los esperados; a la buena adaptación a pesar de experiencias estresantes; y a la recuperación de un trauma. En su conjunto, la resiliencia hace referencia a la capacidad que tiene el ser humano de sobreponerse a todos los acontecimientos amenazadores que se presentan con el propósito de crear destrezas protectoras que le permitan recuperarse con éxito (Cabrera, Aya y Cano, 2012).

 

“Mantener el equilibrio luego de un hecho de mucha presión, a pesar del cual se puede preservar la integridad” (Schwalb, 2012, p.58) y “la capacidad del ser humano para hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas y ser transformado positivamente por ellas” (Grotberg, 2008) son otras de las definiciones, las cuales distinguen dos componentes: la resistencia frente a la destrucción, proteger la propia identidad y la resistencia, consistente en la capacidad de forjar un comportamiento vital positivo pese a las circunstancias (Vanistendael, citado por Schwalb, 2012, p.59; Fiorentino, 2008, p.5).

 

Por su parte, el investigador Arnodl Sameroff (2005) agrega que la resiliencia además de ser una forma de adaptación, permite desarrollar las tareas en su totalidad y con éxito porque hay una estimulación a la recuperación y a la normalización del comportamiento luego de haber vivido un evento traumático. En consecuencia, la resiliencia es una forma de “Doing Ok in life” (Estar Bien), Arnodl Sameroff (2005, p.2) sin importar las vicisitudes que se presenten. No obstante, como lo mencionaron anteriores autores, es imprescindible contar con las relaciones humanas para su desarrollo.

 

La resiliencia es una necesidad y una forma de protección que todos los seres humanos desarrollan por el simple hecho vivir, por lo tanto, se puede decir que es como un mecanismo de defensa. Debe tener en cuenta el llamado background (antecedentes), Suniya (citado por Luthar, 2005) porque permite analizar los factores protectores con los que se cuenta; el hecho de que dos niños tengan la misma situación de adversidad no significa que ambos cuenten con circunstancias de vida similares. Y además, debe tener en cuenta el llamado coping (copiado), el cual sirve como “espejo” para que los chicos tomen un modelo a seguir quien les oriente a la hora de afrontar y superar una problemática.

 

“Early childhood is a crucial window of opportunity for families and societies to ensure that children have the resources and protections required to develop the adaptive tools and relationships they will need to engage the future well prepared”. (Masten y Gewirtz, 2006, p.4).

 

Cada definición expuesta tiene una característica particular, pese a ello, todas ellas comparten un aspecto en común: la resiliencia es un proceso. A causa de ello, los estudiosos se han esmerado por trabajar la resiliencia con niños porque gracias a su plasticidad cerebral, pueden adquirir herramientas y habilidades que les permitan afrontar situaciones adversas que en la adultez requieren mayor esfuerzo y sufrimiento.

 

Como argumento de lo anterior, la Encyclopedia on Early Childhood Development (Enciclopedia de Infancia Temprana, 2008) en sus investigaciones, menciona que la resiliencia es un proceso de adaptación en todo ámbito donde los factores personales y contextuales y especialmente el apoyo de la familia, son de gran ayuda para que los niños puedan sobrellevar los problemas. Al ser un proceso más que algo estático, indica que esta capacidad se va desarrollando con las experiencias de vida atribuyendo los factores personales y contextuales como factores protectores. Por eso, la resiliencia nunca está completa, necesita del desarrollo de otras habilidades inmanentes a la persona y de la interacción con el medio directo de desarrollo para que siga su curso. Además, Luther (citado por Masten y Gewirtz, 2006) indica que la resiliencia no es una característica de la persona sino una capacidad de adaptarse al cambio, y afirma que la expresión “el niño es resiliente” es incorrecta porque la resiliencia es un proceso de adaptación, de manera que se le debería referir como “un niño con patrones o adaptación resiliente” (p.1).

 

La resiliencia es un proceso, no está terminada y nunca terminará de completarse por el simple hecho en que se alimenta con las experiencias del transcurso de la vida; además no es estática, es una habilidad progresiva que necesita ser estimulada por los “factores protectores” en el medio real de los sujetos. Por consiguiente, se destaca que no es suficiente con estudiar la resiliencia con infantes que viven en situaciones adversas extremas, bien se sabe que ellos buscan los medios necesario que les ayudan a sobresalir – debido a que están inmersos en tal situación-, pero ¿qué pasa con los niños que tienen unas condiciones de vida favorables?, nunca se ha estudiado cómo los pupilos “normales” afrontan una adversidad correspondiente a sus condiciones, como lo es el divorcio de los padres (trabajado por Carolina Castro, Paola González y Noor Montilla en sus tesis en el 2010), la pérdida en un examen, pelear con un amigo, el traslado laboral de los padres o la pérdida de un juguete favorito, entre otros. De ahí, se enfatiza la importancia que tiene el estudio de la resiliencia en la infancia porque a partir de su esencia se puede promover el equilibro de la sociedad y “encontrar la justicia y la paz” (López, 2010).

 

Como se ha visto, a pesar que varios autores trabajen el término de resiliencia, todavía no se ha aprobado una definición exacta. Sin embargo, tienen en cuenta las siguientes características que podrían concretar un definición más precisa: habilidad para surgir de la adversidad, respuesta global y dinámica frente a la adversidad que permite salir fortalecido, resistencia al trauma, interacción entre factores de riesgo y de protección y estrategia de vida (Simpson, 2011). Por esa razón, se podría definir la resiliencia como: a capacidad que tiene el ser humano de sobreponerse a los acontecimientos amenazadores que se presentan a lo largo de la vida con el propósito de crear destrezas protectoras que le permitan recuperarse, adaptarse y aprovechar dichas situaciones para surgir con éxito (Fernández Guayana, 2012).

 

Factores protectores

Se ha evidenciado que la resiliencia es una capacidad del ser humano que no se da por sí sola ya que como hace parte de la persona humana, ésta requiere de otro u otros para poder desplegarla. Varios autores han identificado los elementos que influyen en ella los cuales se expondrán a continuación.

 

Las personas requieren de “factores protectores” (Uriarte, 2006, p.13) que son aquellas personas o contextos que reducen los efectos negativos de la exposición a riesgos y al estrés; de modo que algunos sujetos, a pesar de haber vivido bajo situaciones desfavorecidos, llevan una vida normalizada y trascienden las fronteras de la sociedad moderna. De acuerdo con Edith Grotberg (Citado por Llobet, 2008) los niños necesitan unos elementos de apoyo que les permita ser resilientes: 1) “Yo Tengo”, consistente en el entorno social en el que se desenvuelve la persona.

 

Se ha estudiado que especialmente el care (cuidado) de los caregivers (cuidadores) es relevante en la promoción de la resiliencia. Sameforff (2005) ha destacado que no siempre los padres son los cuidadores de los niños, por tanto, el ejemplo lo deben seguir de aquella persona con quien tienen una relación y vínculo estable. A través de ese cuidado con la buena alimentación, estimulación y acompañamiento, los niños sienten la base necesaria para poder salir adelante. Y es que los pequeños del mundo moderno están acumulando varios factores de riesgo provocando el estrés, depresión y agresión que sin un adulto como apoyo, podrían colapsar.

 

Es de ahí entonces, donde nace la preocupación por trabajar el tema de la resiliencia en la infancia. Se ha observado que el beneficio que genera, no solo favorece a los niños sino que también a quienes comparten con ellos, porque los infantes que tienes habilidades resilientes hacen de “espejo” para que los demás aprendan competencias positivas, creativas, entusiastas y proactivas que les permiten afrontar los obstáculos y éstos a su vez, le dan ejemplo a otros; por tal razón la resiliencia va funcionando como cadena. Hay que recordar que los seres humanos son “seres coexistentes”, Kriedergan (citado por Llano, 2002, p.58), si una persona realiza un acto la otra aprenderá del mismo.

 

Ámbitos de la resiliencia

Actualmente, la resiliencia se trabaja desde una perspectiva interaccional porque resalta un rasgo propiamente humano que influye en todas sus dimensiones de manera circular, como un sistema (López, 2010). Dentro de ese sistema, según Emmy Weerner (1992) influyen los llamados “ámbitos generadores de resiliencia” (p.15) que son factores bajo los cuales surgen esas fuerzas que ayudan a superar con éxito la adversidad y a crecer personalmente. Por lo general, hay cinco factores que se presentan equivalentes en cualquier cultura y en cualquier fase del desarrollo del individuo: redes sociales, vínculos afectivos, autoestima, creatividad y buen humor.

 

Por su parte, los esposos Wolin y Wolin (citados por Puerta, 2002) explican la resiliencia a través de una dimensiones específicas: insight, independence, relationship, initiative, humor, creativity, morality (Puerta, 2002, p.24). Según estos autores, la resiliencia se considera como una habilidad para superar de manera exitosa las dificultades de la vida, se manifiesta en una sola pero requiere de varias habilidades previas, por eso, hacen mayor alusión a unas dimensiones que inmanentemente permiten el despliegue de habilidades resilientes y por lo tanto, el potenciamiento de la llamada resiliencia.

 

Experiencias conocidas

Según María Piedad Puerta de Klinkert (2002) las poblaciones con las que más se han realizado investigaciones sobre resiliencia, han sido la infantil y la adolescente especialmente en campos de refugiados por distintas causas. Los mayores estudios han tenido lugar en Estados Unidos y Washington con el trabajo de “International resilience Project” (p.30) ofreciendo entrenamiento y materiales educativos en terapia y prevención, con la finalidad de apoyar a jóvenes y adultos que están luchando contra el sufrimiento producido por ruptura familiar, pobreza, violencia, abuso de sustancias psicoactivas y racismo. En África se han llevado a cabo estudios con personas refugiadas en campamentos que se han visto forzadas a abandonar sus tierras a causa de las guerras o los desastres naturales; así mismo, se ha trabajado con niños de la calle, en conflicto con la ley o trabajadores en Guatemala, Chile, Perú y Brasil, con el proyecto de Poder Crecer que abarca los componentes básicos de la “Filosofía para niños” y “Escucha”. Y en Colombia, país con menos número estudios, se llevó a cabo un proyecto de investigación del Programa de Pedagogía Reductiva de la Fundación Universitaria Luis Amigó.

 

Dentro de estas múltiples investigaciones en diferentes partes del mundo, se observa que el objetivo principal consiste en estimular en los niños y adolescentes características de su propia personalidad, experiencias de vida y de su entorno, relacionadas con el tener, el ser, el estar y el poder, con el propósito de superar aquella adversidad en la que se ven sumergidos. Sus metas consisten en ayudarlos a identificar lo que tienen a su alrededor, sus disposiciones y capacidades de ser y hacer para que lo puedan lograr. En pocas palabras, los estudios pretenden desarrollar la resiliencia a través de las destrezas propias de los niños y jóvenes con el fin de superar su adversidad presente y mantenerlas o aumentarlas a lo largo de la vida (Puerta, 2002). Adicional a ello, han surgido múltiples investigaciones en los diferentes campos del saber que pueden ser consultados en revistas científicas y tesis de grado.

 

Referencias

 

  • Cabrera, V.E., Aya, V.L, Cano, A.M. (2012). Una propuesta antropológica para la comprensión de la resiliencia en niñas: las virtudes humanas. Revista Persona y Bioética Vol.16, 2. Disponible en: http://www.scielo.org.co/pdf/pebi/v16n2/v16n2a06
  • Castro, C., González P. y Montilla N. (2010). Hijos resilientes de padres divorciados. Tesis de pregrado No publicada: Universidad de La Sabana, Chía, Colombia.
  • Fiorentino, M.T. (2008) La construcción de la resiliencia en el mejoramiento de la calidad de vida y la salud. Suma psicológica. V15, N1 pp 95-114. Disponible en: http://publicaciones.konradlorenz.edu.co/index.php/sumapsi/article/view/18
  • Fernández Guayana, T.G. (2012). Ludoaprendizaje como camino de resiliencia. Plan de desarrollo resiliente. Tesis de pregrado no publicada. Universidad de La Sabana, Chía, Colombia.
  • Forero, E., Garzón Garzón, A. P., Herrera, D. (2010). Resiliencia Infantil: Un Reto Nuevo En La Escuela. Tesis de pregrado no publicada. Universidad de La Sabana, Chía, Colombia.
  • Henderson, N. y Milstein, M. (2005). Resiliencia en la escuela. Buenos Aires: Paidos.
  • Llano, A. (2002). La vida lograda. España: Editorial Ariel.
  • Llobet, V. (2008). La promoción de resiliencia con niños y adolescentes. Argentina: Editorial Noveduc.
  • López Torres, V. (2010). Educación y resiliencia: alas de la transformación social. Revista Electrónica Actualidades Investigativas en Educación. V10, 2. pp. 1-14. Disponible en: http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=44717910016
  • Luthar, S. (2005). Resilience at an early age and its impact on child psychosocial development. En Centre of Excellence for Early Childhood Development. University of Minnesota, USA. Disponible en: http://www.child-encyclopedia.com/pages/PDF/ResilienceANG.pdf
  • Masten A. y Gewirtz, A. (2006). Resilience in development: the importance of early childhood. En Centre of Excellence for Early Childhood Development. University of Minnesota, USA. Disponible en: http://www.child-encyclopedia.com/pages/PDF/ResilienceANG.pdf
  • Muñoz Garrido, V y De Pedro Sotelo, F. (2005). Educar para la resiliencia. Un cambio de mirada en la prevención de situaciones de riesgo social. Revista Complutense de Educación. V 16, 1. pp. 107-124. Disponible en: http://revistas.ucm.es/index.php/RCED/article/view/16914
  • Puerta de Klinkert, M. P. (2002). Resiliencia: La estimulación del niño para enfrentar desafíos. México: Grupo editorial Lumen.
  • Villalba Quesada, C. (2003). El concepto de resiliencia individual y familiar. Aplicaciones en la intervención social. Revista Psicological intervention. V12, 3, pp. 283-299. Disponible en: http://www.redalyc.org/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=179818049003
  • Sameroff, A. (2005). Early resilience and its developmental consequences. Recuperado el día 20 de mayo del 2012. En Centre of Excellence for Early Childhood Development. University of Minnesota, USA. Disponible en: http://www.child-encyclopedia.com/pages/PDF/ResilienceANG.pdf
  • Schawalb, V. (2012). Todos somos resilientes. Niño y adultos pueden superar hasta el dolor más profundo. Argentina: Editorial Paidós
  • Simpson, M.G. (2011). Resiliencia en el aula, un camino posible. Argentina: Editorial Bonum
  • Weerner, E. (1992). Overcoming the Odds: High risk children from birth to adulthood. Nueva York: Cornell University Press
  • Uriarte, J. D. (2006). Construir la resiliencia en la escuela. Revista de Psicodidáctica. V11, 1. pp.7-23. Disponible en: http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=17514747002

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