EDUCACIÓN 28

Reflexiones de un poeta sobre la escritura de artículos científicos

Tany Giselle Fernández Guayana

Magíster en Educación y Desarrollo Humano. Especialista en Desarrollo Personal y Familiar. Licenciada en Pedagogía Infantil. tany.fernandezg@gmail.com

 

 

En esta relatoría, colmada de mi propio arte y academicismo, comparto las reflexiones que un poeta hace en discusión con un escritor científico. Ambos se deleitan con las palabras, la escritura, con los sentimientos, con la racionalidad y con el idioma. Y, a la larga, a pesar de las diferencias que presentan estos dos sujetos, tanto el poeta como el científico llegan a un acuerdo común: escriben para lograr un mundo mejor.

 

Relatoría 

Para una escritora ávida de documentos reflexivos, de opinión y de crítica, así como del campo lírico, le resulta de gran complejidad, escribir un artículo científico. Trazar las letras de la ciencia, para una poetisa de estilo intimista y confesional, es como pedirle que nazca con la mente de Jorge Luis Borges, de Octavio Paz, de Rainer María Rilque, de Charles Baudelaire o hasta de Sor Juana Inés de la Cruz, quienes, desde su sensibilidad y racionalidad, lograron articular muy bien la ciencia con la poética, hasta el punto de transformarla en arte.

 

En definitiva, la escritura de un documento científico es un arte: una amalgama entre la realidad y las palabras. Es alquimia, en la medida que por medio de estudios deja manifestado en el papel respuestas sobre los fenómenos, comportamientos y sucesos que acontecen en la vida humana y natural.

 

A partir de ello, la relevancia de un artículo científico, así como el oficio de los poetas, radica en querer comunicar: dar a ver, dar a oler, dar a oír, dar a tocar, dar a entender (Skliar, 2005). En el caso de las ciencias, se presentar un informe sobre los resultados de estudios previamente realizados o que se están llevando a cabo. Y

 

 

 

 

-“¿para qué?”, preguntaría el lector,

 

    - “para dejar algo”, contestaría el poeta, el investigador.

 

 

“Dejar algo” hace referencia a la capacidad de donación intelectual y espiritual, que tanto el artista como el científico, depositan por medios divulgativos para conveniencia de la sociedad en una determinada época.

 

Bien lo aclara Carlos Reyes (2001) cuando expresa que las razones para escribir un artículo científico tienen que ver con la difusión del conocimiento y con el escribir por placer: por una necesidad de trascendencia, “es decir, ese profundo deseo de dejar un legado permanente a las futuras generaciones” (p.161). Y debería ser así, cuando se escribe un documento científico, es para que las personas tengan acceso a resultados de estudios verídicos que pueden generar transformaciones en una sociedad que pide a gritos respuestas.

 

De allí que, el artículo científico como la poética tienen la misión de generar un impacto. Los artículos parten de las propias investigaciones y por esa razón es importante su publicación; de hecho, existe un adagio entre la comunidad académica que dice: “no existe una investigación si no se publica”, tal vez tengan razón.

 

Además, una investigación que ha sido publicada, demuestra las implicaciones prácticas que tuvo. El poeta que no logre con su trazo tocar al lector, ha de dejar llamarse poeta; así mismo, de nada servirá un artículo de investigación si no se comparten los impactos generados en la comunidad donde se llevó a cabo o si no se puede hacer algo con sus hallazgos. La idea principal de un escrito científico es que las Instituciones, Gobiernos, ONG, comunidades y demás grupos humanos, puedan apropiarse de los resultados para generar nuevas condiciones de orden natural, social, cultural, político, económico entre otros.

 

Ahora bien, no es válido en el campo científico, publicar por publicar. Así como no todo lo que se escribe es poesía, tampoco todo lo que se escribe bajo el método científico, es ciencia. La escritura de este tipo de documentos requiere del ejercicio de la curiosidad, de la observación, de la crítica, la sencillez y la prudencia. En los artículos científicos como en la poesía, se deben defender las intenciones principales del escribir: mostrar mundos posibles, además, se debe preservar el propio acto del método científico: la búsqueda de la verdad. Así como sucede con un buen soneto, en el artículo científico se debe ser claro, concreto y coherente, en pocas palabras: decir lo que se debe decir. Aquí “no se busca ni entretener, ni emocionar, ni hacer reír o llorar” (Murillo, Martínez y Belavi, 2017, p.10), sus formas predilectas son la exposición y la argumentación para transmitir una información, contrario a la poesía, que lleva consigo un toque de misterio.

 

Sin embargo, el artículo científico también requiere de la narración: “se presenta la información a modo de historia, donde van sucediendo acontecimientos hasta acabar en un desenlace” (Murillo, Martínez y Belavi, 2017, p.11). Es por ello, que debe tener en cuenta el público al que va dirigido. Bien lo afirma Xavier Oquendo (2016): se “escribe sabiéndose el lector”, de manera que, en un artículo, el investigador también hace de lector para cuidar del lenguaje.

 

Un verdadero investigador podría ser un “pequeño poeta” (utilizando como símil el poema Arte Poética de Vicente Huidobro), quien sabe que no basta con la afición ni con grandilocuencias para expresar sus hallazgos y pensamientos; más bien, el científico como artista, lleva consigo una madurez de humildad, que no se infla en su quehacer, sino que, ante todo, le rinde un homenaje a su labor: la de ser investigador.

 

Es así entonces como desde mi propio proyecto de investigación, la poesía y la prosa tanto como el rigor académico y científico allí emergidos, logran unirse para resignificar la labor del docente, tema principal de mi tesis. Al fin y al cabo, escribir de manera científica es una forma para pensar lo pensado, es un camino que privilegia la reflexión y que posibilita el sentido de la propia existencia; pues, todo investigador como todo poeta, también entrega sus antecedentes con el fin de darse respuesta así mismo. Es desde mi propia enunciación, que busco con el método científico, tal vez, reafirmar que el quehacer del maestro vale la pena porque es para Otros.

 

Por consiguiente, se podría afirmar que hasta para un poeta, escribir un artículo científico puede ser concebible porque para hacer un escrito sobre las ciencias hay que reconocer que no siempre se requiere de una habilidad innata. Hay personas que nacen poetas y otras, que se hacen. Entonces, ¿por qué no arriesgarse a la escritura de artículos investigativos?. Carlos Reyes (2001) menciona que los científicos no son los únicos que publican documentos de esta índole: “cualquier profesional o docente puede llegar a escribir para publicar e inclusive también los estudiantes de pregrado y posgrado” (162).

 

La escritura de un artículo científico es una selva que requiere de guerreros y de poetas para darle otro sentido a la vida. Por ello, requiere del pensamiento, la realidad y del lenguaje, que, en su conjugación, logran cambiar el escenario que nos rodea y nos cuestiona. Se escriben poemas y artículos científicos para que se tomen mejores decisiones, se comparten los pensamientos y los hallazgos para lograr mejores versiones de sí mismos y de la sociedad. El investigador como un “pequeño poeta” se traza la misión de construir otros mundos; en mi caso, trazo las rutas que posibiliten rescatar, resignificar y dignificar la labor natural de los maestros.

 

Referencias:

  • Reyes, C (2001). Recomendaciones para escribir un artículo científico.
  • Murillo, F., Martínez, C. & Belavi, G. (2017). Sugerencias para Escribir un buen Artículo Científico en Educación. REICE Revista Iberoamericana sobre Calidad, Eficacia y Cambio en Educación. 15 (3) pp.5-37
  • Oquendo, X. (2016). En Hacen Falta Pájaros. Quito: ELÁNGEL Editor
  • Skliar, C. (2005). La intimidad y la alteridad. Argentina: Miño y Dávila Editores

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