HUMANIDADES 32

Manifestaciones de la resiliencia


Tany Giselle Fernández Guayana

Magíster en Educación y Desarrollo Humano. Especialista en Desarrollo Personal y Familiar. Licenciada en Pedagogía Infantil. tany.fernandezg@gmail.com

 

 

En el artículo "Resistencia, fortaleza: la resiliencia" publicado en esta misma web en julio de 2019 abordé todo el concepto al rededor de la resiliencia. Allí se describieron los antecedentes del término, los factores que se desprenden de ella, los ámbitos de desarrollo de resiliencia, así como las experiencias científicas que han dado origen a este término desde las ciencias sociales. En esta ocasión, retomo el tema para ampliarlo. Entonces daré a conocer cada una de las dimensiones de la resiliencia, sus características principales en cada etapa del desarrollo y brindaré algunas herramientas prácticas para su promoción. Comencemos.

 

Introducción

De acuerdo con Edith Groberg (citada por Llobet, 2008) el individuo tiene habilidades resilientes cuando los factores protectores motivan a la solución de problemas de manera autónoma. Para poder llegar a ese fin, es necesario que las personas sigan unos pasos basados en el modelo tridimensional de la resiliencia, donde se configuran los factores internos y externos de acuerdo a las necesidades particulares: primero por medio de un External Support (soporte externo), luego de la Inner Strenght (fuerza personal) y por último a través del Interpesonal and Problem Solving Skills (habilidad interpersonal y de resolución de problemas) (p.13). 

 

Todos los niños y los seres humanos están expuestos a un External Support que son provocados por los factores protectores, permitiendo tener apoyo en alguna situación difícil. Luego de eso, surge entonces Ineer Strenght que consiste en la motivación interna que impulsa el superar alguna adversidad gracias al apoyo generado por los External Factors. Finalmente, cuando los dos pasos anteriores se han conseguido, surge Interpersonal and Problem Solving Skills que radica en la habilidad de resolver los problemas teniendo como recurso, las relaciones interpersonales. Quien llegue a este último paso se le podría denominar como una persona que tiene habilidades resilientes. 

 

En éste sentido, la superación de las situaciones adversas se logra gracias a que se establecen relaciones con el medio que facilitan la toma de decisiones y permiten salir beneficiados en conjunto. El éxito se consigue por la confianza que se tiene en sí mismo y la generada por los factores protectores para sentir y creer que sí se es capaz de sobresalir. 

 

Dimensiones de la resiliencia

 

Para que la persona logre avanzar en los pasos de la resiliencia, se hace necesario motivar el despliegue de unos elementos importantes en el desarrollo de la misma: sus dimensiones. Así como la persona humana es una unidad compuesta de dimensiones espiritual, corporal y psicológica, la resiliencia al ser un elemento inmanente en la persona, también se constituye como unidad y por lo tanto, presenta 7 dimensiones. Estas fueron trabajadas por los esposos Wolin y Wolin (citados por Puerta, 2002) donde a través de investigaciones elaboraron el modelo denominado rueda de la resiliencia (Ver Figura 1), consistente en un tipo de diagrama que se emplea para potenciar la persona en búsqueda de mejorar la calidad de vida en todos los aspectos (Puerta, 2002, p.24).

 

El gráfico, consiste en una sucesión de círculos concéntrico que rodean un núcleo de gran importancia correspondiente a lo que se quiere asimilar. Contiene unos triángulos que radican en el núcleo donde se representa la conexión de la conciencia personal a niveles superiores (Puerta, 2002). Esto permite percibir más profundamente todo lo que sucede en el hombre, porque la mente humana actúa basándose en datos previos y los relaciona entre sí, de modo que cuando la mente se activa en ese modo, puede percibir los detalles, sensaciones y sentimientos que de otra manera serían difíciles de conocer (p.24).

 

En cuanto a la rueda de la resiliencia:

 

“el yo de cada persona se encuentra en el centro, los círculos que rodean el núcleo son las etapas a través de las cuales evoluciona la persona y la resiliencia. Los círculos céntricos están divididos en triángulos que representan las manifestaciones de la resiliencia cuyos vértices confluyen en el núcleo, dando a entender que es allí en donde tiene su origen, en el interior de cada persona. Los triángulos se ensanchan hacia el exterior donde se encuentran las etapas de mayor evolución del ser humano como expresando que la resiliencia se hace más fuerte y estructurada en la medida que avanza el proceso de desarrollo de la persona, por tal razón se es más resiliente” (Puerta, 2002, p.25).

 

 

No obstante, se considera que la habilidad para superar de manera exitosa las dificultades de la vida, se manifiesta en una sola pero requiere de varias habilidades previas, por eso, a la resiliencia se le considera también unidad indivisible, así es como logra potenciarse:

 

Figura 1. Arquetipo del desarrollo de la resiliencia de Wolin y Wolin.

 

Por su parte, Vanistendael y Lecomte (2002), utilizan esta misma idea representada con una pequeña casa, que se construye con sólidos cimientos (Ver figura 2). En primer lugar se encuentra el suelo representando necesidades materiales elementales y la red de relaciones sociales, donde prima la aceptación profunda bilateral, no de su comportamiento. En la planta baja se encuentra la capacidad de encontrar sentido a la vida por medio de los proyectos concretos, el cuidado del otro, la generosidad y la responsabilidad. En el primer piso están tres habitaciones: la autoestima, las competencias y aptitudes, el humor y otras estrategias de adaptación. Al igual que en una casa las habitaciones están comunicadas entre sí y presentan estrecha relación con otros elementos.

 

“Cada estancia representa un campo de intervención posible, para los que quieren contribuir a construir, mantener o reestablecer la resiliencia. Se trata de sugerencias, cada uno debe descubrir en cada situación concreta en que campos precisos puede actuar, y, a continuación, cuáles serán las acciones a llevar a cabo en cada caso”. (Muñoz Garrido y De Pedro Sotelo, 2005).

 

Figura 2. Casita de la Resiliencia. Adaptación de Vanistendael y Lecomte.

 

Potenciamiento de las dimensiones de la resiliencia y las etapas del desarrollo

 

Para el presente proyecto, las dimensiones de la resiliencia que se van a trabajar son independencia, iniciativa, humor y creatividad, las cuales se profundizarán a continuación. 

 

Wolin y Wolin (citado por Hernderson y Milstein, 2010; Simpson, 2011), afirman que las dimensiones de la resiliencia se desarrollan progresivamente en las etapas de la vida: infancia, adolescencia y edad adulta: 

 

Niñez Intermedia (7–11 años)

Independencia: Comienza a desarrollarse a los dos años de edad, cuando los niños se dan cuenta de que son alguien separado de aquellos que tiene a su alrededor y que lo que hace atrae la atención de otros. Aquí, comienzan a entender que existen consecuencias para cada comportamiento, aprenden acerca de lo que está bien y de lo que está mal y experimenta la sensación de culpa cuando dañan o decepcionan a alguien (Gómez Moreno, 2010.p.42).

 

Iniciativa: Comienza a desarrollarse entre los cuatro y cinco años de edad, cuando el niño comienza a hacer cosas por sí solo. Hace referencia a la capacidad de querer hacer algo o tener la voluntad para realmente lograrlo, eso es iniciativa. Cuando se incentiva, se refuerzan las relaciones de confianza con los otros, se reconocen los límites de los comportamientos y se aceptan diversas situaciones (Henderson Grotberg, 2003).

 

Humor: Está centralizada en el juego donde el infante de forma consciente o inconsciente contrarresta la adversidad por la que esté pasando. Con el juego y la imaginación los niños canalizan temores para construir un mundo donde puedan controlar situaciones estresantes, recuperando así la confianza y el valor (Puerta, 2002). Pueden llegar a reírse de sí mismos y tener visiones alternativas hacia los hechos comunes (Henderson Grotberg, 2003).

 

Creatividad: se expresa en la creación y los juegos libres que permiten revertir la soledad, el miedo, la rabia y la desesperanza. Es la fluidez, flexibilidad y originalidad de pensamientos que posibilita hacer frente a un problema (Kalbermatter, 2006). Los niños demuestran su creatividad, a través de la iniciativa propia para hacer algo y su recursividad con el juego ya sea con bienes materiales o inmateriales; allí ellos reflexionan y se disponen a hacer según las múltiples opciones. El niño manifiesta sus intereses, gustos, pensamientos y sentires contribuyendo a la formación de su autoestima (Gómez Ramírez, Posada Díaz, Ramírez Gómez, 2000).

 

Adolescencia (12–17 años)

Independencia: A medida que los jóvenes se vuelven autónomos, la voluntad y el deseo de aceptar límites en sus conductas se ven fortalecidos, se promueve el respeto por ellos mismos y por los demás, se activa la empatía y la solidaridad, así como también el hecho de saberse responsables de sus propios actos. También se desarrolla el manejo de sus sentimientos y emociones. La confianza y la autonomía pueden promoverse en conjunto, para hacer de esta forma el proceso de promoción de la resiliencia como un todo integrado (Gómez Moreno, 2010.p.42).

 

Iniciativa: comienza a hacerse visible cuando el joven se motiva intrínsecamente, por sí mismo, sin esperar siempre nada a cambio. Genera sentimientos de tranquilidad y buena disposición, facilita la demostración de la empatía y solidaridad y  hacerse cargo de las conductas. Se promueve la seguridad de sí mismos y la esperanza. Con lo anterior, se estimulan así las nuevas ideas o modos de hacer las cosas, expresándose tal como son, solucionando problemas, manejando emociones o conductas y pidiendo ayuda a los demás (Henderson Grotberg, 2003). La iniciativa les posibilita el logro de la decisión personal frente a la presión social (Kalbermatter, 2006).

 

Humor: A pesar de lo difícil, intentan aceptar el error y el dolor del suceso adverso. Se demuestra el esfuerzo por dar nuevos significados a lo que sucede y una vez realizado, los jóvenes se relajan, se acercan a los demás y se conectan con otros que estén en una situación similar (Schwalb, 2012). Juega un papel fundamental la consciencia y libertad de decidir.

 

Creatividad: se refleja en el desarrollo de habilidades artísticas como escribir, pintar, bailar o cualquier medio de producción artística. Los jóvenes manifiestan su creatividad a través de la aplicación del saber de forma original, resolviendo problemas sociales y personales (Kalbermatter, 2006) de manera que no se esperaba, pero que trae como consecuencia el bienestar. Cuando el adolescente crea, organiza un conjunto de elementos en forma tal que se produzca un nivel de disfrute de lo creado, iniciativa por crearlo y conveniencia (Gómez Ramírez, Posada Díaz, Ramírez Gómez, 2000), aspectos que se pueden generar a través del reírse de sí mismos, el moldearse y el juego (Gómez Moreno, 2010.p.42). 

 

Cómo promover las dimensiones de la resiliencia

 

 Independencia:

 

“Un gran número de niños y jóvenes no logran ser independientes. Algunos de ellos viven en hogares donde las expresiones de independencia significan temor a ser castigados o sufrir daños físicos. En ocasiones, cometen errores que generan respuestas de tal burla y ridículo que cohíben intentarlo de nuevo. Muchos adultos tuvieron estas mismas experiencias durante su infancia y en consecuencia, nunca intentaron de autónomos. Siempre recurren a alguien más, alguien más poderoso, alguien más confiado, más seguro. La confianza en sí mismos resulta destrozada. Generalmente estas personas son presa fácil para los líderes que desean lograr cosas dañinas y peligrosas”  (Henderson Grotberg, 2003)

 

Para promover la independencia en la resiliencia se hace necesario: 

  1. Hacer ver que está bien que comentan errores, que pueden aprender de ellos.
  2. Leer historias o contárselas sobre los fracasos que todos en algún momento tienen antes de convertirse en personas exitosas.
  3. Asegurar que los errores no son algo de lo cual deban avergonzarse.
  4. Alentar a correr el riesgo así no se salga victorioso siempre. 
  5. Manifestar que tendrán apoyo incondicional.

 

Iniciativa

 

“Muchos niños y adultos no desarrollan la iniciativa. Son reprendidos, a menudo, por todo el ruido que genera con sus proyectos inconclusos. Se los hace sentir culpables por haber molestado a los demás; se sienten rechazados por aquellos a los que pidieron ayuda y en consecuencia, sienten que no merecen ser ayudados. Con el tiempo dejan de querer o tratar de tomar la iniciativa para hacer algo. En el caso de las personas adultas que no toman iniciativas experimentan el mismo temor de estar cometiendo un error”. (Gómez Moreno, B. 2010).

 

Para intentar desarrollar la iniciativa se puede:

  1. Incentivar a los niños y jóvenes a decidir qué es aquello que les gustaría hacer como maneras de organizar planes.
  2. Ayudarlos a reconocer diferentes posibilidades de poner en práctica estos planes.
  3. Considerar las consecuencias que pueden aparecer y cambiar lo que sea necesario. 
  4. Ayudar a aprender tanto de sus éxitos como de sus errores. 
  5. Utilizar un lenguaje apropiado para la edad.
  6. Ayudar a  ver el fracaso como una gran experiencia de aprendizaje que les permita abrirse a nuevas ideas para encontrar el éxito.
  7. Incluirlos en actividades sociales o de servicio

 

Humor y Creatividad:

  1. Contar chistes.
  2. Motivar a compartir a otros chistes.
  3. Hacer reír en el momento del enojo así digan “no me hagas reír, estoy enojado” (Henderson Grotberg, 2003).
  4. Dar lugar a la espontaneidad, a lo no intencional.
  5. Intentar conservar la sonrisa ante cualquier adversidad.
  6. Orientar en maneras de flexibilizar ciertas miradas o posturas  
  7. Incentivar a la utilización de los recursos que se tienen a la mano

 

Referencias:

  • Gómez Moreno, B. (2010). Resiliencia individual y familiar. Disponible en: http://www.avntf-evntf.com/imagenes/biblioteca/G%C3%B3mez,%20B.%20Trab.%203%C2%BA%20BI%2009-10.pdf
  • Gómez Ramírez, F., Posada Díaz, A., Ramírez Gómez, H. (2000). Puericultura, el arte de la crianza.  Colombia: Editorial Medica Panamericana.
  • Hernderson Grotberg, E. (2003). La resiliencia en el mundo de hoy. Argentina: Editorial Gedisa
  • Henderson, N. y Milstein, M. (2005). Resiliencia en la escuela. Buenos Aires: Paidos.
  • Kalbermatter, M.C. (2006). Resiliente, se nace, se hace, se rehace. Argentina: Editorial Brujas.
  • López Torres, V. (2010). Educación y resiliencia: alas de la transformación social. Revista Electrónica Actualidades Investigativas en Educación. V10, 2. pp. 1-14. Disponible en: http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=44717910016
  • Muñoz Garrido, V.,  De Pedro Sotelo, F. (2005). Educar para la resiliencia. Un cambio de mirada en la prevención de situaciones de riesgo social. Revista Complutense de Educación. V.16, 1, pp. 107-124.
  • Puerta de Klinkert, M. P. (2002). Resiliencia: La estimulación del niño para enfrentar desafíos. México: Grupo editorial Lumen.
  • Schawalb, V. (2012). Todos somos resilientes. Niño y adultos pueden superar hasta el dolor más profundo. Argentina: Editorial Paidós
  • Simpson, M.G. (2011). Resiliencia en el aula, un camino posible. Argentina: Editorial Bonum
  • Vanistendael, S., Lecomte, J. (2002). La felicidad es posible. Despertar en niños maltratados la confianza en sí mismos: construir la resiliencia. Barcelona: Gedisa.

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