Maestros y maestras: artesanos de la educación
invitada ACADÉMICA: ana jimena giraldo
Candidata a Magíster en Educación y Desarrollo Humano, CINDE alianza Universidad de Manizales. Licenciada en Pedagogía Infantil jimenitagiraldor@gmail.com
En la escuela no sólo se encuentra un agente que brinda los medios para construir conocimiento, ante todo se halla un ser ensoñador, un ser llamado maestro, que con los ojos y el alma se dispone, como dédalo, a hacer arquitectura de la educación. El maestro poco a poco, de manera artesanal va edificando junto con niños y niñas universos posibles que se cargan de sonrisas, palabras y juegos, en tanto, las infancias como a flor de piel están en potencia de ascender, de existir y de crear. Por su parte, el educador es quien observa, analiza, lee, propone, media, orienta, guía, no coarta, no reprime, emancipa, modela y dialoga.
Así es como el maestro dispone de entrega para ayudar a tejer añoranzas, mapas y trayectorias de vida necesarias para habitar el mundo. Alivia corazones con su voz cálida, enciende almas marchitas y consuela tristezas. Con su voz da un vuelco en el día y con sus abrazos lleva a los niños y a las niñas a querer seguir avanzando. En este contagio emocional el ritual pedagógico se vuelve un encuentro humano vital, dotado de aprendizajes significativos para la vida y con la vida.
Por eso maestros y maestras, untados de poesía, de letras, de curiosidad, de imaginación y de creatividad, deben propiciar los espacios para que los estudiantes, como expresa Jairo Aníbal Niño (1998), pasen a través del espejo:

En la educación, la poesía enaltece el espíritu imaginativo y creativo de seres en potencia, de seres que recrean el universo haciendo expediciones con la imaginación y con la realidad de su entorno natural y social. Esta poesía es un susurro que debe llegar a los oídos de los maestros para que tengan la capacidad de ponerse en el lugar del otro, ese otro niño activo, con capacidad de elegir, de decidir, de concertar y de participar. De acuerdo a lo anterior, llega una pregunta que todo ser humano movilizado por el deseo de ser educador, se debe plantear: ¿qué es ser maestro o maestra?
Para dar respuesta, es imperante partir de una palabra que sucumbe y estremece toda interioridad de quien se dedica a este quehacer: la vocación. Ésta se entiende como un llamado o un camino, lo cual implica una construcción, un cultivo y una retroalimentación diaria como personas. Tal cultivo demanda a su vez la realidad de vida que se haya tenido y la que se sueñe para la configuración de nuestro ser como maestros. Renzo Titone (citado por Guzmán, Correa y Tirado, 2000) lo define como: “maestro es la personalidad, perfección de la individualidad que ha alcanzado la plenitud de su propia libertad espiritual; en la posesión actual y viva de la cultura y de la moralidad, ha adquirido el pleno dominio sobre las cosas y sobre sí mismo” (p. 179).
Desde este marco, es necesario reconocer la vocación de ser maestro como avatar, bien es planteado por Vásquez (1999), al señalar que somos avatares en tanto estamos en la capacidad de asumir diferentes roles para fines determinados, “…no hay una única manera de ser maestro. Y ni siquiera, en un mismo educador, se puede concebir una única encarnación, una sola manifestación” (Vásquez, 1999, p. 117).

De ahí que los maestros se conviertan en parteros, sembradores, pastores, artesanos, faros, actores, anfitriones, puentes, ladrones del fuego, guardianes de la tradición, oráculos (Vásquez, 1999), maneras que varían según lo que requieran, necesiten y deseen los seres en formación. El maestro se conforma entonces en mediador desde la creación de las condiciones, las situaciones, los ambientes, y las bases para la construcción no solo del estudiante sino del ser humano que es en totalidad.
Sin embargo, a pesar que los avatares posibilitan al educador atender a sus estudiantes de múltiples formas, puede llegar a presentar diferentes riesgos. Vásquez (1999) menciona los siguientes: 1. Se puede llegar solo al extremo efímero, superficial y vacío de su vocación, sólo desde él mismo y no en el equilibrio de mirar al estudiante. 2. Quedarse sólo en palabras y no llegar a los actos. 3. Dar en cantidad de contenidos conceptuales. 4. No integrar la formación humana en el proceso educativo.
Por tanto, el maestro no solo crea las situaciones para llevar a cabo su práctica pedagógica, éste debe estar revisando y reflexionando alrededor de sus acciones, sentimientos y pensamientos, ya que de esta evaluación se despliegan nuevas oportunidades de mejorar el acto educativo.
Entonces la labor de los educadores, se encamina en analizar las prácticas pedagógicas que se vivencian en la escuela y en el aula, para observar y construir en los espacios que la constituyen. También tiene la misión de esclarecer de qué manera influyen en los estudiantes, estando de este modo dispuestos al cambio, la transformación y la consolidación de instituciones educativas con las puertas abiertas a las diferentes historias de vida de los niños, las niñas, las familias y las comunidades. Los maestros deben tomar con rigurosidad la pedagogía, entendida ésta como la ciencia que estudia la educación, así es expresado por Flórez (2005):
"La verdadera enseñanza es intencional, obedece a un plan, tiene unas metas claras y se rige por ciertos principios y conceptos que los maestros estudian bajo el nombre de pedagogía, que es la ciencia propia de los maestros y se dedica al estudio de las teorías y conceptos que permiten entender y solucionar mejor los problemas de la enseñanza" (p,9).

Se requiere que la formación sea desde la integralidad para encaminar a los estudiantes en el despertar y explorar el arte de vivir como posibilidad de conocerse a sí mismo y a los otros, de redescubrir el mundo y resignificar el valor de la vida, encontrando un sentido propio dirigido hacia el respeto por los demás.
De esta manera, en el arte de vivir se rescata día a día la bondad del cuerpo, la perfección de la naturaleza y el amor como factores esenciales en el sentido que se le da a la existencia, tomando la vida como: “un juego sagrado, donde el humor es su requisito”, “aventura de crecimiento”, y “la mejor de las escuelas” (Espinosa, 2003, p. 8).
Igualmente, los maestros deben estar dispuestos a pensar, como señala De Zubiria (2013), en los retos de la educación de nuestra época, formando a los niños y a las niñas en habilidades “cognitivas, prácticas y socio afectivas”, prestando especial atención a esta última, ya que es la habilidad indispensable para aprender a relacionarnos con el otro, a concertar acuerdos para fomentar una sana convivencia y a enaltecer los valores necesarios que traspasen hacia nuestro segundo nacimiento: nacimiento social. Con lo mencionado contrarrestamos las acciones que se repiten a nivel escolar, situaciones que son expresadas por el autor de la siguiente manera: “no nos han enseñado a conocer a los otros, a favorecer la tolerancia o la amistad, mucho menos a conocernos a nosotros mismos” (De Zubiría 2013, p. 13).
Es de resaltar que más allá de la enseñanza de un saber específico, es fundamental que los maestros formen seres humanos para hacer de la vida un arte, un cuadro de colores, un paisaje con tonos de esperanza; logrando dimensionar lo que argumenta Cajiao (1996): “con el tiempo se comprende que un ser humano hermoso es quien ha hecho de la propia vida una obra de arte que se puede contemplar en silencio, con una sonrisa cálida y serena y los ojos húmedos de emoción porque finalmente vivir parece tener algún sentido” (p,181).
Referencias:
- Cajiao, F. (1996). La piel del alma: Cuerpo, educación y cultura. Capítulo III: Otros cuerpos y otras almas; apartado III: La deformidad y la locura, apartado IV: Reinas y modelos. Bogotá, Colombia. Editorial: Cooperativa. Magisterio, colección mesa redonda.
- Cajiao. F (2004). La formación de maestros y su impacto social. Capítulo I: La formación inicial de maestros. Bogotá, Colombia. Cooperativa Editorial Magisterio. P 17-30.
- De Zubiria. J (2013) Los retos a la Educación del Siglo XXI. En: http://www.rocaweb.com.pe/Videos_animacion_aula/Lectura.pdf.
- Espinosa. L (2003). Waira. Medellín, Colombia. Editorial Arun.
- Florez. R (2005) Modelos Pedagógicos y Enseñanza de las Ciencias. Pedagogía del Conocimiento. Bogotá, Colombia. Editorial McGraw-Hill Interamericana.
- Freire. P (1969). La educación como práctica de la libertad. Siglo XXI. Editores S.A en coedición con Tierra nueva.
- Guzmán. M; Correa, R; Tirado, J. (2002) La escuela del siglo XXI y otras revoluciones pendientes: una pedagogía de lo imposible. España: Hergue.
- Niño. J. (1998). Preguntario. Colombia. Panamericana Editorial.
- Vásquez. R. F. (1999). Comunicación y educación entre fronteras. Avatares: analogías en búsqueda de la comprensión de ser maestro. Recuperado de: revista signo y pensamiento # 34.

Para la utlización de cualquier información publicada en este portal web, se recomienda la citación del autor o autora principal así como el secundario, según el caso. Por su parte, se da fe que cada artículo publicado presenta las correspondientes citas y bibliografía.

Escribir comentario