La innovación educativa vista desde la relación dialéctica
Tany Giselle Fernández Guayana
Magíster en Educación y Desarrollo Humano. Especialista en Desarrollo Personal y Familiar. Licenciada en Pedagogía Infantil. tany.fernandezg@gmail.com
Hablar de innovación en educación, en pleno siglo XXI, es una tarea algo difícil, puesto que ha sido trabajada, principalmente, desde el campo de la economía. Hoy día, a causa del creciente auge de la tecnología y la investigación provenientes de impulsos económicos, la educación se ha visto influenciada hasta el punto que los educadores hemos sido trasladados de nuestras funciones. La economía y las políticas neoliberales han intervenido, tergiversando los fines de la educación con la excusa de innovar, persiguiendo así, intereses que benefician a unos pocos y volviendo la educación un negocio en vez de una fuente de expansión de libertades y de construcción social.
Por consiguiente, este ensayo crítico, tiene como propósito desvelar el verdadero sentido de la innovación educativa, ya que ésta es una herramienta que posibilita cambio a partir del propio quehacer que ejercen los educadores. Y es así como la innovación en la educación tiene como fin construir y reconstruir otros mundos posibles de habitar. Para ello, se abordará el texto de la siguiente manera: se inicia con un recorrido sobre el tópico de la innovación, luego se expone la influencia de la economía en el campo educativo, posteriormente, se rescata el rol del educador en el campo de la innovación y finalmente, se amplía el concepto de innovación desde el punto de vista humano.
El término innovación ha sido principalmente trabajado desde el campo de la economía ya que, su raíz, presenta una connotación de cambio y alteración introduciendo novedades (Medina y Espinosa, 1994). Es por eso, que se le define como “el proceso de integración de la tecnología existente y los inventos para crear o mejorar un producto o un sistema” (Freeman, por Medina y Espinosa, 1994, p.3). Por su parte, CONEC (en Castro y Fernández, 2001) la considera como la herramienta que lleva ideas al mercado en forma de nuevos o mejorados productos y servicios. Y Drucker (1985) la define como la “acción de dotar a los recursos con una nueva capacidad de producir riqueza, de manera que lo dota de un valor económico” (en Formichella, 2005, p.2). Por consiguiente, es la herramienta específica de los empresarios.
De ahí se puede comprender el esfuerzo de los pulpos económicos por generar riqueza y aumentar la economía, cosa que ha procurado consigo la inversión en investigaciones y tecnologías que según, su paradigma, son los elementos necesarios para lograr el desarrollo de un país. Y, de hecho, benefician también a la educación. En ningún momento se puede desmeritar que las investigaciones a nivel académico generan resultados para implementar políticas públicas en pro de la sociedad. A su vez, la inversión en tecnología permite la adecuación de recursos para el acceso a la educación y el aprendizaje desde diferentes formas y estilos cognitivos. No obstante, en el campo educativo, la innovación se ha ido penetrando hasta el punto de imponerse como un medio que genera riqueza ofreciendo sus servicios y teniendo a su disposición un “obrero clásico” (profesor) que posibilite tal fin.
Surge entonces el control ejercido por grupos hegemónicos los cuales comprenden el trabajo docente en la sociedad como un asalariado que ejerce roles de reproducción sin poder tener autonomía de su propio quehacer (Mejía, 2014). De manera que, el educador depende de la constante determinación externa que hace de su vocación un trabajo que “repite procesos productivos, señalados en planes, programas, competencias, estándares organizados desde afuera a través de textos de enseñanza y programas estandarizados” (Mejía, 2014, p.14). Desde esta perspectiva, la escuela entonces no se aleja de ser una fábrica.
De esta manera, se puede evidenciar cómo el rol los educadores es trasladado y oprimido, hasta el punto de dejarnos sin voz en un campo donde nosotros somos los expertos ya que, vivimos día a día las gracias y las dificultades que presentan las generaciones actuales, los recursos estatales, las familias y el contexto donde se desenvuelven los estudiantes. Es por eso, que los educadores somos en sí mismos el recurso que posibilita los cambios y las transformaciones en una sociedad flagelada por la discriminación a causa de políticas neoliberales que tienden a buscar su beneficio propio bajo la excusa de la innovación.

Cabe aclarar que la innovación, no se refiere exclusivamente al desarrollo tecnológico implementado para cubrir necesidades y ampliar la riqueza, la innovación abarca de manera holística todo lo que conforma al ser humano. Según Formichella (2005), en la innovación se relacionan entre sí los entornos productivo, científico, tecnológico, financiero y educacional. Por su parte, Valdés (2008) afirma que abarca: “una relación dialéctica entre el todo y las partes” (p.3) buscando una integridad de todos los componentes del sistema que son base de todo lo humano. De ahí que, limitar el significado de innovación desde el punto de vista económico, puede propiciar la cosificación de las personas hasta el punto de referirse a ellas como objetos de producción o de consumo.
Drucker (1985) menciona que la innovación “es la herramienta específica de los empresarios” (en Formichella, 2005, p.2); por parte de la educación: “los educadores son la herramienta predilecta de la innovación”. Dada esta postura, se comprende que la innovación transforma en mayor medida cuando se establece una relación de un yo con un tú, no sólo desde la postura material-productiva. Y a pesar que, aquél nosotros no produzca un aumento de la riqueza a nivel de capital financiero, si lo genera en el ámbito de lo humano. Valdés (2008, p.2) afirma al respecto: “la tecnología como invención no sólo puede ser vista desde el enfoque instrumental ya que se dejaría de lado el complejo sistema de relaciones en la que se desenvuelve el hombre y otros factores de carácter social”.
Sin personas -en este caso los educadores- se hace mucho más difícil una innovación educativa, ya que no habría quienes apliquen los cambios ni quienes recreen otras formas de educar y de vivir. Es a partir del quehacer pedagógico cotidiano que se logran los cambios y se abren las fronteras, porque la educación en sí misma es un proceso de relaciones que impactan la forma de ver la vida y de actuar en el mundo social. Por eso, para la construcción de un nuevo orden asociado a la innovación se requiere de actores educativos reconocidos y resignificados (Mélich, Bárcena y Larrosa, 2006).
Es así entonces como la innovación, desde el punto de vista educativo, es aquella que posibilita la mejora de la calidad de vida de un grupo de personas que en medio de una vida compartida pueden potenciar sus capacidades y oportunidades personales. Desde esta perspectiva, la innovación no se limita a la reproducción tecnológica, sino que tendería a influir en los individuos, de manera que ellos, autónomamente, tomen decisiones para lograr escenarios de emancipación que posibilite una vida conjunta mejor. La innovación educativa es para preparar a las personas con “pensamiento crítico, capaces de responder con presteza y eficacia a desafíos inesperados y diversificados” (Freire, 2001, p.136).
Por consiguiente, la innovación no es para depender de ella, ni para ser manipulados, es para mejorar las condiciones de vida de las personas (Arana,1999), porque, al fin y al cabo, “es una condición determinada por el hombre y se convierte en una necesidad de incluir el factor social para saber qué hacer con una tecnología acorde con las necesidades de la sociedad específica” (Valdés, 2008, p.4).
Dado todo lo anterior, se puede concluir que la innovación en la educación en el siglo XXI es importante en la medida que se hagan esfuerzos e inversiones para que los educadores, a partir de nuestro quehacer pedagógico, logremos crear y recrear otras formas de educar, que posibiliten a su vez el pensamiento crítico de los educandos y así lograr que ellos mismos transformen el mundo colectivo en otras formas de habitar.
La innovación es un camino mediante el cual el conocimiento se traslada a mejores ventajas para la sociedad, no sólo para el mercado, y en ese sentido, no se limitaría a la producción tecnológica y al enriquecimiento económico de unos pocos, sino que enfocaría sus intereses en la riqueza humana posibilitando cambios de actitud y de comportamiento que permitan convertir los espacios educativos en escenarios de libertades colectivas.
Referencias:
- Arana, M. (1999). ¿Valoración o evaluación de la tecnología? Una polémica actual.
- La Habana: Editorial Félix Varela
- Bárcena, F., Larrosa, J. & Mèlich, C. (2006). Pensar la educación desde la experiencia. Revista postuguesa de pedagogía. N.40, V.1. Pp.233-259
- Castro, E. y Fernández, I. (2001). Innovación y sistemas de innovación. Disponible en: http://metaforum.es/wp-content/uploads/2015/10/00300-Innovacion-y-Sistemas-de-Innovacion.pdf
- Drucker, P. (1985). La Innovación y el empresario innovador. España: Ed. Edhasa.
- Formichella, M.M. (2005). La evolución del concepto de innovación y su relación con el desarrollo. Monografía. Disponible en: https://www.researchgate.net
- Freeman, C. (1982). The economics of industrial innovation. London: Franes Printer
- Freire, Paulo. (2001). Pedagogía de la Indignación. Madrid: Ediciones Morata.
- Medina, C. y Espinosa, M. (1994). La innovación en las organizaciones modernas. Revista Gestión y Estrategia. N.1. pp. 54-63
- Mejía, M.R. (2014). Naturaleza y sentido del trabajo del maestro y la maestra en el siglo XXI. Anotaciones para contribuir al debate sobre el estatuto docente. Revista Nodos y Nudos. V.4 N.37 pp.05-20
- Valdés, I. (2008). “La tecnología como proceso social: una visión desde Marx”. Universidad Agraria de La Habana. Disponible en: http://www.nodo50.org/cubasigloXXI/congreso06/conf3_vgonzalez.pdf

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