EDUCACIÓN 9

La calidad también implica la afectividad

Tany Giselle Fernández Guayana

Fernández Guayana, T.G. (2015). La calidad también implica la afectividad. Periódico CAMPUS. pp.3 Ed. 1.257. Chía: Universidad de La Sabana. ISSN: 2256-2397

Disponible en: https://intellectum.unisabana.edu.co/handle/10818/31571

 

Hoy día, el tema referente a calidad, ha permeado no sólo el campo de la economía sino también el de la educación tanto familiar como profesoral. Evaluar el desempeño, contiene indicadores precisos de liderazgo, resultados, estrategias y recursos establecidos por modelos especializados para ello, como EFQM, ICONTEC, ISO entre otros (Nieves y Ros, 2006), los cuales hacen muy bien su trabajo. Sin embargo, en el campo de la persona, no basta con las 3F como yo las llamo: eficacia, eficiencia y efectividad. En el trabajo con personas hay elementos que trascienden e influyen también en el éxito, es este el caso de la afectividad.

 

Lo anterior lo expreso, puesto que en mi experiencia como profesora con distintas edades, la afectividad brindada por el educador -incluidos padres de familia- desde el quehacer diario, motiva al niño, joven y adulto, a querer más de ese mundo en el cual se encuentra inmerso, ya sea para aprender o para ser mejor. Y como resultado, no sólo se obtiene la “alta calidad en calificaciones” sino la “alta calidad humana”.

 

“Esa niña que vas a tener, es muy difícil” me comentó una docente de preescolar cuando me entregó el curso transición con el cual estoy trabajando actualmente. “Ella es brusca, desobediente, es un chica dura”, continuó su discurso. En mi cabeza, se quedaron esas palabras, pero no podía juzgar a esa pequeña de 5 años, por lo tanto, decidí observarla y seguir. A la semana de haber trabajado con ella y con el grupo, me percaté en que su actitud había cambiado, tanto así que la fonoaudióloga me comentó que “esa niña es otra” y me preguntó qué estaba haciendo yo como su profesora, pues ahora, ella intenta terminar sus trabajos, sigue indicaciones y de vez en cuando ayuda a sus compañeros.

 

Entonces atando cabos, me percaté en que hubo un elemento fundamental que motivó a mi pupila a cambiar: la afectividad, la cual pude transmitir de diversas maneras. En primera instancia, el canal de comunicación influyó, de acuerdo con Mañú (1996) y Meneses (1994) el padre o profesor no sólo transmite un conocimiento, también saluda, pregunta un “¿cómo amaneciste?”, abraza, brinda una sonrisa y se agacha a la altura del niño para establecer contacto visual (P.106); esto posibilita establecer un lazo de confianza facilitando la libre expresión, toma de decisiones y evaluación de alternativas sin sentimientos de represalia (Zapata, Gómez y Rojas, 2010).

 

En segundo lugar, intervino el querer conocer a la estudiante, donde, según Mañú (1996), se exploran los gustos, disgustos, intereses e ideales (p.17) del niño, permitiendo que el educador tenga una base para establecer medidas y ejecutar acciones. Tercero, la interacción con ella (Meneses, 1999), también contribuyó en la afectividad, debido a que hacer parte de la vida del niño o joven, por medio del juego, la risa y hasta la picardía, permite la consolidación del conocimiento y la confianza; por supuesto, sin dejar de lado la autoridad inmanente que tiene el educador en su quehacer. Y por último, considero yo, que la pasión por la educación (Day, 2006) fue indispensable en la relación entre mi estudiante y yo, así, pude saber llegar a ella, escucharla, ser paciente, comprenderla y motivarla.

 

Dado lo anterior, la niña obtuvo algunos resultados de calidad en su formación tanto intelectual, comportamental y personal. Se podría decir entonces que la afectividad, abre el camino al éxito y al alcance de la “alta calidad” que tanto demanda hoy la sociedad. Con seguridad que habría que ampliar éste caso a través de una investigación y así comprobar la tesis que manifiesto. Y es por ello, que también motivo a las comunidades investigativas, a tener en cuenta la afectividad en los Modelos de Calidad. De la misma manera, invito a los educadores, la familia y las instituciones educativas, a que no sólo busquen certificación en “alta calidad educativa”, sino en “alta calidad humana y afectiva”.

 

Bibliografía

  • Day, C. (2006). La pasión por enseñar. La identidad personal y profesional del docente y sus valores. Madrid: Nancea.
  • Mañú, J.M. (1996). Ser profesor hoy. España: EUNSA
  • Meneses de Orozco, A. (1994). La profesión de educar. Colombia: Ediciones Universidad de La Sabana.
  • Nieves, C., Ros, L. (2006). Comparación entre los Modelos de Gestión de Calidad Total: EFQM, Gerencia de Deming, Iberoamericano para la Excelencia y Malcom Baldrige. Situación frente a la ISO 9000. X Congreso de Ingeniería de Organización. Valencia 7 y 8 de septiembre.
  • Zapata, C., Gómez, M.C. y Rojas, M.D. (2010). Modelado de la relación de confianza profesor-estudiante en la docencia universitaria. Educación y Educadores Vol.13 N°1. P.77 -90.

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