Abril, 2023
Magíster en Educación y Desarrollo Humano. Especialista en Desarrollo Personal y Familiar. Licenciada en Pedagogía Infantil. tany.fernandezg@gmail.com
“La poesía es arte de una minoría” dicen por ahí y tal vez tengan razón. Entender los poemas desde su sentido dogmático y estético no es tarea sencilla, aún más cuando el lector es ajeno a la lectura, y a la sensibilidad estética. Es cierto, no todos debemos compenetrar con ello, pero mi intención aquí radica en que la poesía no es un acto menor.
Como poetisa en constante formación, he de mencionar que al leer y escribir poesía no sólo se está ampliando el acervo cultural, sino que también se alza la voz para reclamar cambios y dejar huella. Los poemas no sólo son para los enamorados. La poesía tiene una misión preponderante en el movimiento de las masas, en la búsqueda de la reivindicación de derechos y en la denuncia de las injusticias. La poesía en varios momentos históricos ha sido el medio por el cual se hace resistencia en búsqueda de un mundo mejor.
Ese el caso de los poetas como Mario Benedetti (Uruguay), Pablo Neruda (Chile), Federico García Lorca (España), Sor Juan Inés de la Cruz (México) -por mencionar solo algunos- quienes asumieron a través de las palabras una voz para dar a conocer las realidades sociales y políticas de sus momentos históricos. Es así como la poesía no sólo se escribe con el propósito de dar sentido a las experiencias vividas o a las reflexiones del día a día. Por medio de la escritura los poetas nos convertimos en soldados con la misión de cuidar lo verdaderamente humano. En razón de ello, dentro de los temas que aborda la poesía se encuentran la guerra, la violencia, la muerte y la libertad a parte del amor, el paso del tiempo, la naturaleza, las deidades, la belleza entre otros.
Desde mi perspectiva, encuentro verdad en el adagio de arriba porque solo pocos se atreven a ser disruptivos. Quienes amamos la poesía y osamos en escribirla, a la larga ejercemos el papel de rebeldes, pero con causa; no nos gusta quedarnos callados porque consideramos necesario que las demás personas conozcan la verdad y de esta manera romper el ciclo de la manipulación, la opresión, la violación, el ultraje de los derechos y la dignidad humana. De acuerdo con Szwarc (2018) la poesía “no sólo se preocupa por cuestiones subjetivas y/o estéticas, trata además de expresar “el dolor social” por las circunstancias de los desfavorecidos de nuestra sociedad y que bajo la lingüística se han prolongado” (p.19).
En ese orden de ideas, los poetas llevamos a cuestas la gran responsabilidad de “redoblar la vida” (Szwarc, 2018). Nuestra tarea con las palabras, que en muchas ocasiones se torna insensata o imprudente, procura una ruptura en lo establecido porque nuestra meta final es transformar. La transformación entonces no se desliga ni queda por fuera del contexto del poeta, es allí donde el narrador vinculado al idioma deja escapar aquello que lo rodea y de lo cual habla de la condición humana desde su sentido más desnudo.
Así pues, la escritura poética nos llama a reelaborar la luz hacia una nueva experiencia, a crear resonancia a partir de las imágenes y los silencios. La escritura poética nos cuestiona y nos orienta a crear otro orden, a entregarnos al mundo para nombrarlo diferente y perpetuar: “una de las tareas de la poesía es cumplir el suplicio de Sísifo, donde lo único verdadero es el recomienzo” (Szwarc, 2018, p.24).
Referencias:
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