HUMANIDADES 2

Una experiencia espiritual: cuando Don Bosco tocó mi aldabón

Tany Giselle Fernández Guayana

Especialista en Desarrollo Personal y Familiar. Licenciada en Pedagogía Infantil. tany.fernandezg@gmail.com

 

Actualmente, las diferentes actividades que desarrolla el ser humano (sin importar el ámbito) giran en torno a las llamadas competencias. Estas posibilitan un mejor desempeño debido a que permean el trabajo a partir del: saber, hacer, ser y convivir. 

 

Su influencia es inminente en toda actividad académica, laboral o relacionan, no obstante, considero que la competencia del SER es una de las más relevantes.

 

El ser, de por sí, es complejo de comprender, sin embargo,  algo que no podemos negar es su nivel de trascendencia o espiritualidad. Ser es una forma de vivir.

 

Dado lo anterior, hoy de manera muy especial, comparto una experiencia que marcó mi vida para siempre. Y con ella, confirmo que las personas somos seres espirituales y sin éste se hace difícil darle sentido a la vida.

 

“Ser santos y alegres” repetían las salesianas del colegio Centro María Auxiliadora de Bogotá cuando era estudiante, y en esa época, entendía sólo la mitad de la frase célebre del Santo, he de admitir que era una rebelde haciendo caso a la mitad.

 

La alegría es una característica que toda la vida acompañó a Don Bosco hasta en los momentos más adversos, decían sus jóvenes discípulos: “hoy Don Bosco debe haber tenido una gran pena porque sonríe más que los demás días” (Sálesman, P.127) y en efecto, quienes nos formamos bajo la filosofía salesiana, sabemos que la alegría no era únicamente para las clases de lúdicas (que tanto me encantaban) sino que también hacía parte de un estilo de vida resiliente[1]. No hay que negar que a nuestro Señor la alegría lo colma, pues es un método con el cual los jóvenes pueden orientarse hacia el bien espiritual; de ahí, las insistentes locuciones en el Oratorio Valdocco: “tristeza y melancolía fuera de la casa mía” (P.121).

 

Lo de la santidad, bueno, en esa época no la entendía muy bien, santidad son muchas cosas: hacer el bien, evitar el pecado, orar con fervor, dar buen ejemplo, ayudar, hacer apostolado y un sin número de virtudes que son importantes en el desarrollo de la persona humana. No obstante, para mi no fue claro hasta los 17 años.

 


 

Me encontraba en primer semestre de Pedagogía Infantil, una carrera que había decidido estudiar por mis habilidades e intereses personales, aunque sin tener seguridad de sí aquella decisión iba a tener frutos, pues lamentablemente, la profesión de educar no tiene mayor valoración en algunas sociedades. Un día, durmiendo, me encontraba en la nada, todo estaba obscuro. Curiosamente, no sentía temor, simplemente me llamaba la atención que estuviese allí, entonces caminé de frente por unos minutos. De repente, se va acercando a lo lejos, una persona con túnica negra hasta los pies, su cara estaba descubierta emanando luz y andaba callada. Caminó un poco más, paró y con objetividad pude percatarme que se trataba nada más y nada menos que de San Juan Bosco. “¡No lo puedo creer!, ¿Don Bosco aquí conmigo?” decía entre mis adentros; él tan sabio y oportuno como siempre, me expresó unas palabras entre destellos de luz brotando de su cuerpo, tanto que aquél lugar donde nos encontrábamos, se iluminó por completo: “sigue tu Iglesia y  cuida de la juventud”. Paralizada por la sorpresa e incrédula ante semejante tarea, volvió a repetirme la frase: “sigue tu Iglesia y cuida de la juventud” y por si la incertidumbre me asechaba, él no dudó repitiéndola una vez más: “sigue tu Iglesia y cuida de la juventud”.

 

No tengo conciencia sobre el gesto que le haría entre sueños a Don Bosco, de lo que si tengo claridad es que me repitió 3 veces esta misión abrazada por la luz de su aliento. Sin más, desapareció y yo desperté atónita.

 

Seguir la Iglesia significa serle fiel y comprometido, por medio de ella es que podemos alcanzar la santidad de la frase al inicio de este artículo. Pero, claro, no sólo basta con ello, seguirla también comprende llevar a los demás la palabra de Dios con la labor diaria, el trabajo bien hecho, el sacrificio, la búsqueda de la verdad y con el obrar por amor a otros, por los más necesitados. Bien lo demostró Don Bosco cuando inició todas sus labores. Seguir la Iglesia y cuidar a la juventud, es el medio por el cual yo (y de pronto algunos de los lectores), lograrán ser santos y alegres.


 

Con el paso de mi carrera profesional, seguía pensativa sobre el significado de esa máxima revelada, estaba convencida que me dedicaría a otras empresas a lo largo de mi vida y que mi Iglesia no la dejaría. Sin embargo, ahora que han pasado 8 años después del sueño, he descubierto lo que quería decirme nuestro Señor por intercesión de Don Bosco: que fuese santa a través del trabajo con los jóvenes. Actualmente dedico mi vida a trabajar formando adolescentes de distintas poblaciones, características e índoles con el fin de orientar su sentido de la vida por medio de una educación íntegra basada en valores, la dadivosidad e identidad espiritual.

 

Un vez definida desde entonces mi vocación, hago todo lo posible por reencontrarme con la felicidad verdadera al ejercer con amor lo que hago día a día desde mi humilde profesión, intentando ser alegre sin importar las vicisitudes y dejando la misma huella que me ha impregnado la Iglesia.

 

Es por esa razón, que hoy invito a todos los lectores que se han embocado en este artículo, que sin importar cuál sea su oficio o profesión tengan presentes todas las enseñanzas de Don Bosco, debido a que al haber sido elegidos por el destino o por Gracia Divina para conocerlo, él más que nadie sabrá orientarlos hacia el camino de la felicidad, sólo se hace imperioso tener la predisposición, estar abiertos a él, a su palabra. Estoy segura que a sus jóvenes, colaboradores y exalumnos, no los dejará sin un mensaje esperanzador como lo hizo con cada uno de sus estudiantes en 1882 en el Oratorio Valdocco (MB. 7,2).  

 

"Ser santos y alegres"

 

Referencias:

 

  • Henderson Grotberg, Edith. (2003). La resiliencia en el mundo de hoy. Cómo superar las adversidades. Argentina: Editorial Gedisa
  • Sálesman, Padre E. (2013). San Juan Bosco y María Auxiliadora. Y los famosos sueños del Santo. Colombia: Apostolado Bíblico Católico.

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