HUMANIDADES 28


El sentido del dolor

Tany Giselle Fernández Guayana

Magíster en Educación y Desarrollo Humano. Especialista en Desarrollo Personal y Familiar. Licenciada en Pedagogía Infantil. tany.fernandezg@gmail.com

 

 

No haber nacido es la mayor de las venturas, y una vez nacido lo menos malo es volverse cuanto antes allá donde uno es venido. Pues ya que al hombre le es pesada la mocedad… ¿qué trabajosas pesadumbres le faltan? ¿Qué males no lleva consigo? Envidias, facciones, contiendas, guerras, muertes. Hasta que al fin le viene en suerte, por remate, la aborrecida, la sin fuerzas, la intratable, la sin amigos, la vejez: golfo en el que están albergados los males de todos los males” (Sófocles, 2004).

 

Al entrar en intimidad con el anterior monólogo quedan en el ambiente distintos sentires: uno corresponde a la certeza de la vida para la muerte, el otro del dolor como fuente de sentido. Voy a inclinarme por el segundo. ¿Cómo lograr ser feliz si la vida se encuentra atiborrada de sufrimiento? Al respecto he de decir: el dolor, la tristeza, el miedo y el abandono son compañeros inevitables de la vida humana (Yepes y Aranguren, 2008). Ignorarlos nos llevaría a mantenernos alejados de la realidad. El dolor acontece en nosotros y depende de cada uno estar al encuentro cara a cara con éste para, precisamente, darle sentido.

 

Cabe aclarar que el dolor existe porque vivimos, somos seres con sentidos. Así mismo, nos encontramos inmersos en un mundo físico del cual no hay escapatoria. No obstante, en medio de estas leyes naturales, se encuentran los recursos para hacerle frente al dolor (Yepes y Aranguren, 2008). Además, sin el dolor estaríamos constantemente en peligro ya que éste nos brinda una señal ante una amenaza para la vida (Pro Velazco, 2020).  Por otro lado, las metas que nos planteamos requieren esfuerzo, desgaste, sacrificio y dolor. En este sentido la experiencia dolorosa es mucho más rica y compleja que la sensación del dolor (Tomás de Aquino, 2017).

 

Ahora bien, ante el dolor se presentan dos perspectivas: el dolor físico y el dolor moral. El primero hace referencia al dolor causado por un mal externo que afecta el cuerpo y que, por lo general, tiene cura. El otro consiste en un daño íntimo, donde se desenfoca el sentido de vida. Al respecto, nos encontramos en medio de constantes bombardeos donde sufrir está mal, y se intenta a toca costa vivir el placer: la comodidad, la ausencia de malestar y hacer el mínimo esfuerzo con tal de no ser débiles. Esta mala prensa frente al dolor trae como consecuencia, disminuir nuestra capacidad de hacernos responsables de la vida.

 

Es por esa razón que se hace necesario que tomemos las riendas de las dificultades por las cuales atravesamos a través de las siguientes facetas (Yepes y Aranguren, 2008): 

 

1.    Aceptación: Encausar lo que se siente a través de la expresión de las emociones: llorar, gritar, golpear una almohada, abrazar a alguien.

2.    Purificación: Renunciar a aquello que el dolor nos quitó. Esto nos ayuda a tomar en serio aquello que realmente lo vale.

3.    Sentido: Con el tiempo es nuestra misión encontrar al dolor algo con lo cual nos podamos identificar.

 

Es así entonces como para trascender el dolor necesitamos pasar del por qué al para qué. Al final, las experiencias más dramáticas que se han vivido en la humanidad llegan a la misma conclusión: lo que da sentido es el amor al otro, a los otros, a lo otro. De lo contrario no habría hoy fundaciones en beneficio de la sociedad y del mundo; tampoco existirían los modelos a seguir como Nelson Mandela, Ana Frank, Nick Vujicic, Malala Yousafzai o algún conocido nuestro. A la larga, el dolor es el motor que nos impulsa a hacer algo para nuestro beneficio, pero también para la dadivosidad porque no queremos que otros sufran. En conclusión, el dolor es inevitable, pero tenemos la libertad de decidir si nos quedamos padeciendo o sí hacemos algo para superarlo. En efecto, en la medida que pase el tiempo, las heridas se curan y a su vez, logramos comprender por qué tuvimos que padecer aquello. Sin esa conciencia no tendríamos la capacidad de conocer todo lo capaces que podemos ser.

 

Referencias

  • Sófocles. (2004). Tragedias. Mexicanos
  • Pro Velazco, M.L. (2020). Reflexiones sobre el sentido del dolor, el sufrimiento y la muerte. Cuadernos de Bioética, 31(103): 377-386 DOI: 10.30444/CB.77
  • Tomás de Aquino. (2017). Suma teológica. Rialp
  • Yepes, R., y Aranguren, J. (2008). Fundamentos de antropología. Un ideal de la excelencia humana. Eunsa.

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