EDUCACIÓN 31

El docente universitario en alianza con sus vivencias

 

Fernández Guayana, T.G. (2021). El docente universitario en alianza con sus vivencias. Revista Internacional Magisterio Educación y Pedagogía, (108). pp.60-62.

Disponible en: https://digital.magisterio.com.co/reader/formacion-docente-reflexiones-y-retos-revista-internacional-magisterio-108?location=1

 

 

En la educación universitaria, especialmente en la latinoamericana, últimamente se presentan limitantes que coartan la libertad, la expresión y la creación de los docentes. Al maestro universitario, por ser visto como una figura académica, se le ha estigmatizado hasta el punto de considerar negativo todo lo que comparta fuera del campo de las ciencias. Es así como se olvida que, los profesores somos personas que transitamos, somos seres cuya vida tejemos con los acontecimientos, somos sujetos cuya existencia presenta las aristas de lo humano: olvidamos que los maestros también vivimos y que, es esencialmente, nuestra propia vida, el recurso con mayor impacto en la formación de los jóvenes. Y es eso particularmente lo que me ha sucedido con Nina:

 

Era mi clase del martes, de 5:00 pm a 7:00 pm. Presenté una serie de vídeos para ejemplificar la importancia de las redes de apoyo en la resiliencia. Cuando proyecté el corto acerca de la familia “La familia el vídeo más conmovedor” ella, comenzó a llorar… se fue.

Luego de unos minutos volvió y se sentó en silencio. Seguí la clase y al finalizar, ella simplemente recogió sus pertenencias y se retiró. No volvió durante las siguientes tres semanas. Le escribí un correo electrónico, pero no me respondió. Así que continué el semestre, de seguro, regresaría en cualquier momento. Recuerdo que cuando sucedió lo del vídeo, no le pedí explicaciones porque sentía que ella no quería hablar, hasta que llega el día de las exposiciones finales.

Cada grupo tenía a su cargo un reto de la juventud, entre ellos, el manejo de la depresión. Una vez el equipo correspondiente realizó sus aportes, continúo yo, ampliando y aclarando aspectos importantes. Se me vino entonces a la mente la situación que vivía en mi hogar, era un excelente ejemplo para clarificar conductas y formas de cuidar a una persona con depresión. Dudé en compartirlo, me dio miedo, en mi facultad se ha dejado estipulado no compartir experiencias de la vida personal porque, según ellos, la academia pierde objetividad. No obstante, me pregunté a mí misma: “¿de qué vale que yo hablé teóricamente de la depresión si no se conecta con la vida real?, ¿Acaso es que perdemos autoridad al compartir nuestras dificultades íntimas? No niego que cuando se decide compartir un evento doloroso, uno se vuelve frágil, sin embargo, quise probar qué pasaba. Había un impulso en mí que me animaba a contarlo, como si, de alguna forma, yo cumpliera con ello una misión.

Así que me tomé unos minutos para el silencio… y proseguí diciendo: “muchachos, yo soy cuidadora de una persona depresiva: es mi madre”. En ese mismo momento, las miradas de mis estudiantes fueron el aliciente para poder continuar con mis intenciones educativas. De manera contraria a como se pensaba en la Facultad, mis estudiantes se tornaron receptivos y muy respetuosos. No puedo olvidar sus rostros acogiéndome con el silencio y la plena concentración. Todos dejaron de hacer lo que estaban haciendo para escuchar a su profesora.

Sentí entonces que una ráfaga de sosiego se apoderaba de mi interior. Me sentí vulnerable frente a mis estudiantes, totalmente desnuda… había compartido un aspecto importante de mi intimidad, pero fue en ese mismo momento, que ellos lograron conectar. Es cierto, mis estudiantes no tienen por qué saber qué sucede en mi hogar. No obstante, mi propio caso, se tornó en una sana forma de mostrar que también soy humana independiente de los estudios profesionales que lleve a cuestas.

Una vez finalizada la sesión de clase, todos parten, menos ella: Nina. Como había notado que no quería hablar desde la última vez que estuvo en clase (hace tres semanas), simplemente empaqué mis cosas para retirarme también. Una vez me despedí, ella se soltó en llanto y me dijo: “profe, ¡no puede ser posible que preciso hoy, tú hayas hablado de este tema!, profe, yo me quiero suicidar porque no aguanto más la depresión que tengo”.

Casi me derrumbo yo también, pero tuve que hacer ‘de tripas corazón’ porque comprendí que, en ese momento, Nina estaba, a su vez, compartiéndome su fragilidad. No niego que es un caso bastante delicado de orientar, sin embargo, para mí fue reconfortante que ella hubiera alzado la voz. Se tardó en hacerlo, sí, pero fue mi propio suceso, el que hizo conexión con ella. 

Es absurdo pensar que un maestro pierde objetividad por compartir sus propias experiencias, cuando, la vida humana, consiste en ello. A Nina, poco le interesaba la información, al fin y al cabo, puede encontrarla en Google y mucho más ampliada de lo que yo podía impartirles. Lo que la movilizó fue saber que yo sabía, por experiencia propia, lo que significa que una persona esté diagnosticada con depresión. Nina se sintió amparada porque habitó mi propia narración, cosa que la motivó a querer encontrar su sentido.

Es así como el maestro universitario no es quien deposita, sino quien está abierto a brindarse así mismo. Desde entonces, me permito compartir un poco más de mí en las clases, en definitiva, uno nunca se imagina el poder que tienen las experiencias de vida propia para rescatar otras.

 

Con el caso anterior, se reafirma que la educación trasgrede las paredes de la formalidad académica para volver realista y más humana el tránsito de los estudiantes quienes tenemos a cargo. Es falso considerar que vamos a perder rigor académico y autoridad por compartir nuestras experiencias de vida. Al contrario, la vinculación de una realidad de vida a nuestra formación académica es el camino predilecto para la constitución del mundo, de lo humano (Zambrano, A, 2009).

 

Por su parte, este tipo de prácticas pedagógicas también rescatan nuestra figura como seres humanos, humanos que tenemos en nuestra piel las marcas de un devenir histórico y contextual, personas que somos frágiles, que podemos llorar y cuyo reto es la propia vida. Los maestros contamos como material la propia existencia.

 

No hay explicaciones en el quehacer del maestro, su sentido es un hecho que va más allá de exponer y dar respuestas. Por esa razón, educar se torna en un acto de resistencia donde el educador tiene la capacidad de orientar la realidad en medio de un tejido entre las subjetividades (Maclaren, 1997, p.124). Educar entonces se torna en un “lenguaje que puede configurar el modo en que los estudiantes codifican su universo” (Giroux, 1997, p.194). Así, el maestro universitario traspasa las esferas académicas, despojándose de todo ego intelectual para usar, como lugar de afirmación, aquello que le queda, lo primario, lo orgánico: su experiencia vivida.

 

En este sentido, se hace ineludible romper los esquemas del escenario académico y los imaginarios de los estudiantes frente a sus propios educadores. Ser profesor universitario contiene en sí, un toque de rebeldía, una constante toma de decisiones en medio del riesgo. Educar consiste en orientar otras formas de ser y de habitar el mundo sin importar los juicios que esto pueda acarrear. Ser maestro significa hacer lo que hay que hacer y en el momento que hay que hacerlo, y era preciso en ese momento, ese martes de 5:00 pm a 7:00 pm, que Nina necesitaba que su profesora hablara abiertamente del tema de la depresión para que ella configurara otras realidades y su propia esperanza.

 

Referencias

  • Giroux, H. (1997). La Pedagogía radical como política cultural: más allá del discurso de la crítica y el antiutopismo. En Pedagogía crítica y cultura depredadora. Ed.1. Barcelona: Paidós.
  • Maclaren, P., & Kincheloe, J.L. (eds.). (2008). Pedagogía Crítica. De qué hablamos, dónde estamos. Barcelona: GRAÓ.
  • Zambrano, A. (2002). Los hilos de la palabra: pedagogía y didáctica. Santiago de Cali: Nueva Biblioteca Pedagógica.

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El docente universitario en alianza con sus vivencias
Publicado en agosto de 2021
Revista Internacional Magisterio. Educación y Pedagogía.
Número 108
Página 60-62
MAGISTERIO
2. Con portada El docente u alianza vive
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