Desenmascarando
la autoestima alta
Tany Giselle Fernández Guayana
Magíster en Educación y Desarrollo Humano. Especialista en Desarrollo Personal y Familiar. Licenciada en Pedagogía Infantil. tany.fernandezg@gmail.com
Se escucha mencionar de manera recurrente en los pasillos, en la familia, dentro de las amistades, por las redes y medios de comunicación lo siguiente: “Debes fortalecer tu autoestima”, “Has de lograr una autoestima alta”, “Esa muchacha debe ir donde un especialista para que le ayude a subir su autoestima”. De hecho, dados los movimientos que giran en torno al desarrollo personal, causados por el maltrato que sufren algunas mujeres y jóvenes en las relaciones interpersonales, se ha creado todo un discurso sobre la autoestima a fin de empoderar a las personas. Figuras públicas e “influencers” han compartido experiencias y algunas recomendaciones, que, según sus opiniones, pueden ayudar. No obstante, dentro de sus narrativas es casi nula la evidencia académica que les permita consolidar sus argumentos.
Por lo tanto, hablar de temas como: depresión, autoestima, bullying, soledad, rechazo, duelo, adicciones y demás, no es una tarea sencilla, requiere de formación y de responsabilidad. Esa es la razón por la cual se hace necesario desenmascarar el término de “autoestima alta”, ya que suele ser mal interpretada dentro del imaginario colectivo. Apunto: una cosa es tener autoestima y otra ser narcisista. Revisemos.
Concorde al reconocido investigador fenomenólogo y psicólogo Chris Mruk (1999), las personas disponemos de una percepción sobre lo que significa la autoestima gracias a nuestra capacidad de introspección y la observación de la conducta, sentimientos y valores de los demás. Nuestra percepción varía según el ángulo. No obstante, la autoestima, en definitiva, hace parte del sí mismo y está vinculada a la motivación y autorregulación.
Por su parte, James (1890 en Mruk, 1999, p.23), filósofo y psicólogo, la autoestima implica un acto de afirmación: tendemos a actuar para afirmar lo que aspiramos brindando como resultado el éxito o fracaso. Así mismo, la autoestima puede cambiar según el nivel de aspiraciones y éxitos, por lo tanto, se va aumentando o disminuyendo. Finalmente, la autoestima es de componente afectivo porque nos afecta en todo sentido.
Desde esta perspectiva, el desarrollo de la autoestima varía según sus componentes, cualidades y dinámicas que se encuentran directamente vinculadas a las experiencias de vida. Es así como la autoestima, en ocasiones, se ve fortalecida y aumentada o, por el contrario, se disminuye y baja (Mruk, 1999). Veamos en detalle (Mruk, 1999, p.144):

Se puede resumir que la autoestima es un proceso dinámico que acompaña la vida intrínseca de los sujetos. Según Murk (1999) la autoestima se puede definir como el “estatus vital de la competencia y el merecimiento de un individuo al manejar los retos de la vida a lo largo del tiempo”. Se establece que la autoestima es influenciada por estas competencias de manera recurrente, ya que sus cualidades y su dinamismo se dan por añadidura durante su proceso de consolidación. Dependiendo de nuestra conducta, sus resultados y lo que se consideramos merecer, la autoestima se volverá flexible, mantendremos unos valores, nos sentiremos afectados y pensaremos sobre sí mismos.
Mruk (1999) menciona que una autoestima verdadera es aquella donde se presenta un elevado nivel de competencia y de merecimiento. En consecuencia, una persona con autoestima se caracteriza por ser menos crítica consigo misma, resiste a la presión social, actúa con base a los criterios y valores propios, vive experiencias afectivas positivas, no suele ser presa de la ansiedad, no suele compararse, se critica de manera objetiva, acepta los errores y es responsable (Rojas, 2013).

Como nos podemos dar cuenta, una persona con “autoestima alta” no es aquella que sobrepasa a los demás, la que exagera cualquier destreza, la que evita el dolor, quien fanfarronea y tiene interés por el estatus social, no es la persona que critica maliciosamente, que no puede trabajar en equipo, mentirosa, ensimismada, competitiva e irresponsable. Por el contrario, quien tiende a este tipo de conductas es considerada una persona con autoestima narcisista dado que presenta un elevado nivel de merecimiento, pero bajo nivel de competencia (Almario, 2014; Murk, 1999). Eso quiere decir que se cree merecedora del éxito y del amor sin tener las habilidades que realmente lo demuestren.
Denominar o caracterizar a alguien por su “autoestima alta” significa realmente considerarla como una persona con autoestima sana: no se considera la mejor, pero tampoco se va menospreciando o disminuyendo así misma ni frente a los demás. Un sujeto con autoestima sana es aquél que sabe reconocer sus capacidades y también aquellas por mejorar, sin que esto sea obstáculo para sentirse exitoso y afrontar las vicisitudes del camino de la vida.
En este sentido, la autoestima es un proceso complejo donde intervienen múltiples factores internos y externos que, a lo largo del tiempo, influyen en la conducta y percepción del sí mismo. Dependerá entonces de nuestra salud física, mental y afectiva para saber acoger los estímulos a los cuales se ve enfrentada día a día y así vivir plenamente.
Referencias:
- Mruk, C. (1999). Autoestima. Investigación, teoría y práctica. Editorial Desclée de Brouwer
- Alamario, J.F. (2014). Una mirada existencial a la adolescencia. SAPS.
- Rojas, E. (2013). ¿Qué es la autoestima, en qué consiste, cuáles son sus principales características?. https://ieip.es/que-es-la-autoestima-en-que-consiste-cuales-son-sus-principales-caracteristicas/

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Juan (lunes, 13 diciembre 2021 15:41)
Realmente es muy edificante y esclarecedor el concepto de autoestima al que haces referencia. Existe una línea muy delgada entre la autoestima y el narcisismo. En el lenguaje sería la línea que pasa a ser alta, y lo clínico, los excedentes patológicos de la autoestima.