Al entrar en intimidad con el anterior monólogo quedan en el ambiente distintos sentires: uno corresponde a la certeza de la vida para la muerte, el otro del dolor como fuente de sentido. Voy a inclinarme por el segundo. ¿Cómo lograr ser feliz si la vida se encuentra atiborrada de sufrimiento? Al respecto he de decir: el dolor, la tristeza, el miedo y el abandono son compañeros inevitables de la vida humana (Yepes y Aranguren, 2008). Ignorarlos nos llevaría a mantenernos alejados de la realidad.
El hombre a pesar de haber sido analizado por múltiples enfoques y campos sigue siendo un misterio para sí. Sin embargo, los estudios filosóficos-antropológicos han demostrado que su existencia tiene una razón única de ser, cosa que permite darle un mayor sentido y valor.
Ante las demandas que el mundo actual reclama a gritos, se hace imprescindible preguntarse qué papel estamos ejerciendo los profesionales de la educación para atenderlas ya que abarcan aspectos de índole espiritual-psicológico, y que, en gran medida, afectan a nuestros jóvenes.
“¿Cuál es mi sentido?, “¿cuál es mi misión?”, “¿Cómo me hallo?, consideraría, son unos de los cuestionamientos que para varios jóvenes y hasta para algunos adultos, todavía no tienen respuesta. Y es que definitivamente, la persona por naturaleza presenta una ávida búsqueda por su rumbo y su destino. La variedad de estímulos no permiten que nos concentremos en lo que realmente importa y sin darnos cuenta, dirigen nuestra atención a cumplir exigencias para la vida actual, pero sin significado.
Todos los años sigue siendo esta fecha (31 de octubre) una de las más celebradas por su singular significado entre los niños, jóvenes y el comercio. Se le conoce como el “día de las brujas” y para muchas familias como el “día del terror” puesto que no en todas partes se celebra con la misma intención. Y es que, en realidad, el Halloween se fue tergiversando hasta el punto de desvirtuar su verdadero sentido.