En este texto comparto una experiencia pedagógica que recoge las características teóricas y prácticas sobre el desarrollo humano y sus implicaciones sociales. Comienzo describiendo el programa educativo, luego la experiencia donde participé y finalmente la pongo en análisis con los postulados teóricos a través de la metáfora de la red.
Ante las demandas del posconflicto que ha presentado Colombia en los últimos años, se hace necesario “crear y consolidar un espacio para el aprendizaje, la reflexión y el diálogo sobre la cultura de la paz y el desarrollo sostenible” (Ley 1732, Parágrafo 2). De esta manera se garantiza que las futuras generaciones cuenten con las habilidades, aptitudes y recursos que les permitan convivir en medio de la diferencia, disminuyendo las brechas de orden económico y social.
En la educación universitaria, especialmente en la latinoamericana, últimamente se presentan limitantes que coartan la libertad, la expresión y la creación de los docentes. Al maestro universitario, por ser visto como una figura académica, se le ha estigmatizado hasta el punto de considerar negativo todo lo que comparta fuera del campo de las ciencias. Es así como se olvida que, los profesores somos personas que transitamos, somos seres cuya vida tejemos con los acontecimientos.
El ingreso al mundo universitario tanto para educadores y estudiantes está marcado por dinámicas muy diferenciadas de las prácticas escolares que la preceden; la teoría y la investigación enmarcan buena parte de la vida cotidiana del educador, así como la proyección social y su quehacer académico. En medio de esas exigencias y compromisos, esta labor corre el riesgo de dejar de lado otros desempeños que son inmanentes a su quehacer.
Actualmente, las diferentes actividades que desarrolla el ser humano (sin importar el ámbito) giran en torno a las llamadas competencias. Estas posibilitan un mejor desempeño debido a que permean el trabajo a partir del: haber, hacer, ser y convivir. SER es una forma de vivir y por eso , hoy de manera muy especial, comparto una experiencia que marcó mi vida para siempre. Y con ella confirmo que las personas somos seres espirituales y sin éste, sería difícil darle sentido a la vida.